Mejor que enojarse, otra vez, es entender.
En Argentina no te aburrís nunca, aunque ojalá nos hubieran tocado cuatro años más aburridos que los que vamos a tener.
Las encuestas son como las morcillas. Esta vez la mayoría acertó la victoria de Milei, pero ninguna pudo prever el margen de 12 puntos.
Los boca de urna y los tirabombas de Twitter, en cambio, son como la falopa. Al principio es rica, pero después te mata.
Las elecciones son una caja negra con 36 millones de datos: no podemos entender bien qué pasa, nadie sabe nada, pero sacamos conclusiones con el resultado puesto y creemos que eso es conocimiento. De ese esoterismo vivimos los periodistas, las consultoras, los encuestadores y un largo etcétera. Peor es laburar.
Una conclusión, no obstante, inevitable: un pésimo gobierno, con una mala gestión económica (sí, a pesar de la deuda, la sequía, la guerra, la pandemia) en general pierde. Una gestión que aumenta la pobreza y triplica la inflación, no puede ganar un balotaje, incluso si la alternativa es impresentable.
En retrospectiva, se dio la lógica: los gobiernos que aumentan la pobreza y reducen el salario real en Argentina pierden las reelecciones (sea el presidente el candidato u otro oficialista). Y todos los oficialismos que fueron a segunda vuelta desde 2020 en América Latina terminaron perdiendo. Argentina a veces no es tan excepcional.
El hecho de que este gobierno, que hizo todo mal y lo comunicó peor, haya llegado con chances a este balotaje sólo se explica por el profesionalismo de Sergio Massa. Un obsesivo del poder que laburó la campaña hasta el final y casi en soledad, aunque con muchos errores y demasiado gasto (con la tuya). Se jugó todo a una martingala que no salió, que era imposible que saliera, pero casi.
Poner a un ministro de Economía a resolver una crisis económica sin dejarle tomar ninguna medida antipática y un año más tarde de lo necesario no fue una idea brillante. Ubicar a ese ministro rengo como candidato presidencial también podía salir mal. Con el diario del lunes, claro.
Enfrente Massa tenía a un rival raro, que podría haber ganado incluso en primera vuelta si hubiese hecho una campaña normal. En cambio eligió profundizar sus rarezas, extremar sus contradicciones, llevar discusiones teóricas hasta el paroxismo. Visto de lejos, era como si prefiriera tener razón antes que ganar.
Tal vez Milei fue un candidato extremo que podría haber ganado más fácil si hubiese sido más normal. O su anormalidad extrema fue necesaria para demostrar lo ridículo de la clase política que fracasó en los últimos 12 años. O sea, digamos, un tipo que habla con su perro clonado y piensa que su hermana, con la que mantiene una relación que bordea lo incestuoso, es Moisés (y se lo dice a la gente) es el espejo de la derrota de la casta, ¿me explico? Demostró lo inviable de la política por su propio absurdo. Mostró el abismo como alternativa a la casta y la gente eligió el abismo.
Duran Barba dice que gobernar y hacer campaña son dos caras de la misma moneda. No alcanzan, entonces, seis meses de campaña más o menos bien hecha para sanar tres años de una cagada atrás de otra. Merecido resultado para ellos.
Esta campaña destruyó la biblioteca conocida sobre comunicación política. Un candidato dijo barbaridades y prometió desastres. La gente no le creyó, en realidad dijo otra cosa, no es tan así, igual eso no lo va a hacer, y si lo hace tampoco lo van a dejar. Y sin embargo lo votaron. La contracara es terrible: esa disonancia cognitiva le ganó por más de 11 puntos a una clase política que fue menos creíble. Perdió un candidato al que nadie le creía nada, ni siquiera cuando efectivamente hacía lo que decía que iba a hacer.
Hay un debate que nos debemos como sociedad: el rol de los medios. Muchos alimentaron el monstruo por rating, por conveniencia política, por pereza intelectualidad o afinidad ideológica. Sólo se lamentaron, tarde, cuando se dieron cuenta de que el monstruo se los podía comer también a ellos. No fueron los únicos.
Los medios, además de todos los otros errores, vieron a Massa como ganador del debate por densidad argumental del oficialista y deficiencias de Milei. Capaz fue así, no lo sabemos, es una caja negra y estamos adivinando como si supiéramos. También es posible, como anticipamos, que los espectadores hayan visto otra cosa: un político demasiado político, la casta de la casta, apabullando y bulleando a un tipo normal, que en realidad es un loquito pero representaba, en teoría, al votante común. Massa aparecía atosigando a alguien con todos los fierros estatales y del otro lado contestaban “y bueno, ¿vos nunca tuviste un fracaso en tu vida?”. El freak parecía humano. Era lo único que le faltaba.
Massa nutrió y financió a Milei para dividir el voto opositor, que de otra forma habría estado unido y ganando en primera vuelta. Si salía, era la jugada política maestra del siglo XXI. Pero no salió. En las PASO se dio cuenta de que se le fue un poco la mano. En noviembre confirmó que el invento revienta al inventor.
El Peronismo perdió en todas las provincias menos Buenos Aires (que ganó por 1 punto, y sólo en el conurbano), Santiago del Estero y Formosa. Hubo demasiados errores y desastres del PJ y el cristinismo en los últimos 15 años: la 125, el abandono a Córdoba en 2013, el manejo porteñocéntrico y restrictivo de la pandemia, la quita de coparticipación porteña y siguen las firmas. Algún día te los iban a cobrar, y te los cobraron todos juntos.
El kirchnerismo nunca entendió el cambio sociológico que provocó y siguió hablando como si todo el país fuese la clase media semisindicalizada del AMBA y los pobres agrupados del conurbano, el NEA y el NOA. La realidad que crearon también se los llevó puestos.
Argentina es un país gregario y un poco corporativista. Nos gusta apilarnos. Todas las “corporaciones”, salvo las inmobiliarias, llamaron a votar a Massa. La gente votó otra cosa. Al argentino no lo domina nadie. Resistimos el sometimiento a las jerarquías, incluso cuando esa decisión pueda llevar a sometimientos peores.
A pesar de lo que se agitó en la previa, no hubo, ni hay, ni puede haber fraude electoral en Argentina. El sistema puede mejorar, pero funciona.
El aparato existe, pero no alcanza si los votos no están ahí.
La bilardeada de hacer parecer que te quedabas sin fiscales y te comían las internas en la víspera es una jugada maestra, para los libros de historia.
La venganza de Macri es terrible. Derrotado en 2019 (quería ser hardcore, como es ahora, y no lo dejaron), corrido del centro de la escena en 2021, sintió el clima de época mejor que todo Juntos por el Cambio. No fue candidato para evitar el rechazo, cavó una zanja en medio de su alianza y cortó la cabeza de todo lo que fuera viable. Tomó al golem de barro que Massa construyó como amenaza y le escribió la palabra “libertad” en la frente. Y una vez que entró al balotaje, solo tuvo que decir “este monstruo es mío, pero también es tuyo, y no va a hacerte daño” para que los votos opositores se sintieran seguros y huyeran hacia él. No les quiero spoilear como termina esa historia.
Juntos por el Cambio queda, como se anticipó acá, desarmado. El PRO duro se va con Milei, si puede. El radicalismo y tal vez la Coalición Cívica serán un grupo de centro que dependerá de otras alianzas para ser relevante.
El peronismo también se rompe. La Cámpora se refugia en el Congreso y el conurbano. Kicillof deberá intentar sobrevivir sin fondos de Nación. El albertismo no existió nunca. El resto de los gobernadores va en defensa propia a ayudar al Gobierno nacional e intentar perdurar. Depende de ellos el futuro: va a ser difícil rearmar un peronismo viable sólo desde el conurbano.
Massa dijo que comienza una nueva etapa en su vida política y es una incógnita a dónde irá. Argentina no suele darle segundas oportunidades a los derrotados de una elección presidencial. Veremos.
Si Milei ganaba por dos o tres puntos, tal vez hubiese ido a un discurso de centro. Con 11 puntos de ventaja, pudo repetir el guión que mantuvo desde las PASO. La moderación que prometió Macri no existió: fue Milei 100% puro, con un poco menos de motosierra y (curiosamente) sin mencionar la dolarización, pero prometió liberalismo desatado.
El problema es que promete un programa duro desde un Gobierno que todavía parece blando. La alianza con Macri no le alcanza siquiera para tener primera minoría en el Congreso. Y ya tiene mucho rechazo, antes de asumir, de esas “corporaciones” que pidieron no votarlo.
Peor aún: las encuestas cualitativas mostraron que sólo un tercio de los votantes de Milei estaba a favor de las medidas que proponía. El resto, sobre todo los que se sumaron en el balotaje, lo votaron por otras cosas: por no ser kirchnerismo, por ser nuevo, “porque no roba”, porque promete un reset económico (que piensan positivo), por no ser la casta, por hartazgo. Más pronto que tarde ese votante puede chocarse con la realidad y dejar de apoyarlo.
La dolarización sigue siendo inviable. Pero con este resultado, es posible que Milei la intente. Más probable es que apunte a un shock fiscal y monetario respaldado en los economistas del PRO. Todavía no confirmó a su ministro de Economía, que será una pista de cómo vendrá la mano. Lo más probable es que no venga muy bien para el que depende de un ingreso en pesos.
Menem hubo uno solo y se rodeó de los mejores que había en ese momento para salir de la crisis. ¿Los que acuden a “ayudar” a Milei estarán a la altura?
La interna clave a observar en las próximas semanas es la evolución de la relación entre Milei y Macri, los nombres que pueda ubicar el PRO y los acuerdos sobre las políticas (sobre todo económicas) que hay que tomar en el día 0. Noticia en desarrollo.
La Consultora Pyrex Analytica, que hasta ahora acertó en todos sus pronósticos, estima la probabilidad de un Rodrigazo en un 99 por ciento. El 1% restante implicaría el descubrimiento de la fusión en frío.
Las probabilidades de una hiperinflación descontrolada son de un 34,71%, mientras que una hiper corta es probable en un 11,58%. Una dolarización fallida tiene un 23,66% de chances, una dolarización exitosa es posible en un 8,51% y hay un 21,54% de que nos salven los Aliens de Pasión de Sábado. Pyrex Analytica concluye además que estamos en un 100% cogidos y muertos, con +-2% de margen de error. Todos vamos a morir, pero primero dunga dunga.
Argentina es el mejor país del mundo y es indestructible. Por las dudas pregúntenme de nuevo en 4 años.
Recuerden el capítulo 16 del Tao Te King: “De la aparición bulliciosa de todas las cosas, contempla su retorno”.
Posdata
Sabrán disculpar la demora. Fueron semanas difíciles, pero ahora viene lo peor.
Hoy más que nunca es un buen momento para releer los 49 consejos creativos para sobrevivir a tu primer Rodrigazo seguido de Hiperinflación. Mañana también, pero seguro ya hay aumentos.
Cuidense mucho, cuiden a su familia y a sus amigos, intenten dejar de lado las rencillas menores frente al mal mayor.
Si creen en rituales y espiritualidades, apóyense en ellas. Si rezan, recen. Dios escucha siempre, pero a veces se hace, como el mayordomo del Zorro.
Nos vemos.