La política argentina de los últimos 20 años podría resumirse como una cinchada entre kirchnerismo y antikirchnerismo1. Unos tiraban para un lado, otros para el otro, el movimiento generaba la ilusión de que estábamos yendo a algún lado. Esa cinchada no existe más gracias a los últimos (¿8? ¿12?) años de mala praxis. Algunos siguen tirando, seguro, pero los dos lados están perdiendo gente y la mayoría miramos de afuera con la soga al cuello mientras tratamos de llegar a fin de mes. Y si uno de los dos lados deja de tirar, el otro se cae de culo. Ese es el campo fértil donde cosecha Javier Milei.
Juntos por el Cambio nació justamente para frenar al kirchnerismo hace un siglo, el 15 de marzo de 2015, en la convención de Gualeguaychú. La oposición llevaba casi una década buscando la forma de juntarse para ganarle al Gobierno; parecía fácil y siempre, de una forma u otra, fracasaban. Pero ese día Carrió agarró su carterita, Sanz arrió al radicalismo y Macri firmó por el partido del que era propietario, el PRO, y se juntaron. Estuvo peleado, pero Cambiemos ganó ese año las elecciones y Macri fue presidente, todo gracias a (y en contra de) el kirchnerismo. Toda la gobernabilidad hasta 2019 se sostuvo en base a ese enfrentamiento (la lucha contra los sindicalistas, los bolsos de López, la causa Cuadernos, etcétera).
Pero el Gobierno de Macri no colapsó por culpa del kirchnerismo sino por la corrida mal administrada2 de abril de 2018, la huida hacia los brazos del FMI y la estanflación posterior. Pocos en el oficialismo (ya rebrandeado a Juntos por el Cambio) entendieron bien lo que pasó en ese momento, los errores cometidos y sus consecuencias. Algunos todavía parece que no entienden. Todas las culpas se atribuyeron entonces al kirchnerismo y a los que votaron mal. Si tu pensamiento es un martillo, todos son clavos. Y los errores de 2019 para acá fueron hijos de esa mala lectura.
El mayor derrotado de este período en la oposición es Horacio Rodríguez Larreta. Habría sido un presidente bárbaro en un país normal (¿O en 2019, si se animaba a pelearla?), pero en la cinchada rota perdió por precocidad y tibieza. Estuvo bien en 2020 al acercarse al oficialismo cuando todavía había consenso pro-cuarentena, pero fue lento para romper y despegarse. No terminó de leer el cambio de tono hacia al hartazgo post-elecciones de 20213. Intentar jubilar a Mauricio Macri, aunque lógico en el momento, fue un error fatal: el calabrés no olvidó y mucho menos perdonó. Larreta después gastó millones y millones en una campaña dispersa sin saber bien a quién le hablaba ni para qué, más allá de proponer moderación en un contexto que ya no la pedía. El centro no se sostuvo y en la ancha avenida del medio solo había canteros.
La narración que hizo el propio Larreta de la secuencia de su búnker del domingo 13 de agosto, desde que llegan los primeros datos hasta que se da cuenta de que perdió, resume a la perfección el microclima en el que vivieron los oficialismos de los últimos años. Y es un puntito más para la larga cuenta contra la Casta, esa idea maleable de Milei. Vean a partir del minuto 3. “No sabés, siendo el candidato, si te dicen la verdad. No es que te mientan, pero…”
¿Querés ser feliz o tener razón? Es difícil saber qué motiva a Mauricio Macri entre ese edipo mal tramitado (perdón, otra vez diagnostico a ojo como Nelson Castro) y esa pasión por la venganza. Tampoco queda claro qué espera de la política a esta altura. Pero es evidente que este año entre ganar y tener razón eligió lo segundo. Como Cristina, vio venir el fenómeno Milei. Pero en lugar de intentar orientarlo, incorporarlo o anularlo, lo dejó correr (y además invitó a sus amigos a financiarle la campaña). No importaba si le convenía a su coalición o a él mismo, lo importante era que triunfaran las ideas de la libertad. Lo que se rompa en el camino es secundario. Parafraseando al filósofo: “Abandoná tu frente opositor todo incendiado. Andate en helicoptero. Dejalo. Vacio. Que se lo metan en el orto”.
El problema es que Macri todavía está formalmente adentro de esa coalición. Aunque se vaya a jugar al Bridge a Marruecos una semana después de las PASO porque total, ya fue todo, digamos, sigue siendo parte de una coalición opositora. Y no es sólo un tema de apoyar a una candidata presidencial aunque te guste más el de enfrente: hay miles de otros candidatos, militantes, gente que está laburando para sacar eso adelante. Si a dos semanas de la elección todavía tenés que aclarar que apoyás a tu candidata es porque, bueno, ya sabemos.
Se confirmará en dos semanas que Patricia Bullrich no fue una buena candidata. Lo que sirve para convocar a tu núcleo duro no sirve para buscar a los indecisos ni a los que votarían otra cosa, menos en un escenario de tercios. A eso se le suma ser más porteña que Los Mareados, una ausencia absoluta de carisma y un manejo rupestre del castellano. Tampoco alcanza Melconian para corregir una ignorancia supina sobre economía, justo en una campaña en la que la economía es central. Con todo eso a cuestas necesitaba más que nadie el apoyo de Macri y la unidad del espacio. Mala suerte.
Juntos por el cambio funcionó mientras tuvo al kirchnerismo enfrente. Con un Frente de Todos desintegrado por su propia impericia, no queda amor ni nada para unirlos. Los incentivos de la Coalición Cívica (con una conducción demasiado personalista y menguante) y de la Unión Cívica Radical no son los mismos que los del PRO. Fue evidente en la Ciudad de Buenos Aires, donde la alianza de Larreta con el eje Yacobitti - Lousteau casi deja a los amarillos sin gobernar ningún distrito por primera vez en 16 años. Los que apoyaban a Larreta pasaron a actualizar Linkedin, adelantar las vacaciones y abandonar del todo lo poco que quedaba de gestión (el que quiera comprobarlo puede intentar caminar por Recoleta con el celular en la mano). La interna Grindetti - Santilli se resolvió por abandono y de todas formas, sin balotaje bonaerense, es muy difícil que reconquisten la provincia. Los amigos financistas de Macri, que deberían estar bancando a Patricia, ya están coqueteando con Milei, aunque el loco los orine.
Mi pronóstico a hoy, 9 de octubre de 2023 (pasado mañana suben los precios) es que Juntos por el Cambio se queda afuera del balotaje y se rompe. Fuente: yo. Lo que ayer nos unía hoy no se para. Jorge Macri ganará la ciudad (en segunda vuelta) para empezar a reconstruir lo que quede del PRO, si es que llegamos vivos a 2025. Macri y Bullrich apuntarán a arrimarse a Milei, pero huirán si al libertario le va mal y tienen poco para ganar si por algún milagro le va bien. Larreta, salvo que llegue a ser jefe de Gabinete de Massa, buscará reconstruir un espacio de centro con los radicales y el peronismo no kirchnerista.
El radicalismo seguirá siendo amigo del PRO en CABA. Y en las 5-10 provincias que termine gobernando a partir de diciembre, la UCR será UCR y no Juntos por el Cambio. Los gobernadores son oficialistas según corresponda: si uno de los principales recortes presupuestarios del próximo Gobierno, sea quien sea el presidente, estaría en el rubro “transferencias a provincias”, el incentivo tiende a ser colaborar antes que romper, al menos los primeros tres años.
Nadie va a llorar la ruptura de un frente opositor, pero todos salen perdiendo. En especial porque (ojalá que no) si todo sale muy mal (es decir: gana Milei y le va muy mal), va a ser importante el diálogo y tejer alianzas para que la cosa no estalle. O sea digamos: a veces es mejor estar juntos, sobre todo si hay Asamblea Legislativa.
El debate que bate
En 2015, cuando Scioli se negaba a asistir al debate antes de la primera vuelta, escribí que los debates presidenciales no sirven para nada. Googleen si tienen ganas, a mí me da vergüenza. Scioli no fue a ese pero tuvo que ir al del balotaje, y perdió esa elección por menos de dos puntos. ¿Crédito parcial?
Duran Barba, que sabe más de esto que uno, dice que el debate en sí sirve para fortalecer el voto propio a través de gestualidades, apuntando a que el votante se identifique con la imagen de su candidato porque de todas formas no oye las propuestas. Juan Courel los destaca como oportunidades para reforzar mensajes. En resumen: hay poco incentivo para debatir y mucho para ser conservador. Solo hay que tratar de no pasar vergüenza, intentar que el otro pise el palito, y generar memes.
Con esos parámetros, Patricia Bullrich fue un desastre. Estuvo con una “gripe” en el primer debate y demostró que no sabe hablar en el segundo (tras lo cual tuvo que atenderla el SAME por una “conjuntivitis” o “alergia”). Las denuncias de corrupción se le quedaron escondidas atrás de una sintaxis creativa y algunos insultos. Seguramente no alcance para evitar salir tercera.
Bregman se troskeó a sí misma y perdió los 19 votitos que había conseguido en la primera ronda. Schiaretti estuvo sólido y sumará algunos puntos. Milei estuvo excelentemente coacheado el domingo en el debate y el sábado en lo de Mirtha. Si sigue así, y con viento a favor, queda a tiro de ganar en primera vuelta. Massa fue sólido en el primer debate y algo blando en el segundo, donde todos le pegaron más, pero su negocio era salir hecho y parece que se le dio. Ese es mi análisis: si no les gusta, tengo otros, pero más caros.
Quedan 9 días hábiles de campaña. Dios existe, pero se ve que es muy jodón.
Que a su vez es parte de la disputa más larga, de unos 250 años, entre populismo y antipopulismo, pero ese es tema para otro post
También hubo algo de mala suerte, aunque no tanta como la que tuvo Alberto Fernández: la sequía de ese año (aunque menor a la de 2022/23) y la suba de tasas.
En su defensa, pocos, y me incluyo, lo entendieron bien en ese momento. Milei fue uno.