El segundo tiempo del ángel exterminador
Por qué Macri ganó, pero no tanto, más o menos, vemos en marzo.
Hay un chiste que contábamos con unos amigos a fines de 2015, cuando Mauricio Macri acababa de ganar la presidencia. Es gracioso, pero también es bueno porque, como todo buen chiste, es verdadero. Decía que Mauricio hablaba con su padre, Franco Macri, con quien mantuvo una relación tensa y competitiva toda su vida, y le decía “¿viste, papá? Al final llegué a ser presidente”. A lo que su padre respondía: “Psé, pero de un país sudamericano”. Explicar el chiste haría perder la gracia, pero digamos que Mauricio y ese país sudamericano que gobernó hasta 2019 no se entendieron bien. Tampoco se entendía bien con Franco: cuando murió, en marzo de ese año, Mauricio dijo que su padre era parte del “sistema extorsivo del kirchnerismo”. Pero ese es otro tema, para que discutan el doctor Nelson Castro y Sigmund Freud.
Desde que Javier Milei ganó el balotaje se menciona a Macri como uno de los grandes ganadores de las elecciones de este año. Macri ganó, dicen, porque triunfaron sus ideas aunque la presidencia se la quedó otro. Desde este humilde newsletter nos permitimos disentir. Tanto Macri como Cristina Kirchner, que es su reverso, acertaron en el diagnóstico: el gobierno de Alberto Fernández se derrumbaba y no había truco de Sergio Massa que pudiera lograr la mágica reelección con 140% de inflación anual. Pero ninguno de los dos pudo hacer demasiado con ese presentimiento, y en política eso siempre es una derrota. Cristina se limitó a dejar que el oficialismo chocara sin tener que hacerse (demasiado) cargo de la derrota; acto seguido se puso a grabar Tik Toks para darse la razón a sí misma.
Macri hizo muchas cosas en 2023: su Spotify Wrapped debería mostrar que en enero la canción que más escuchaba era El Rey (versión de Luis Miguel), cuando todos peregrinaban al sur para verlo en sus vacaciones de Cumelén, y hoy podría ser Creep de Radiohead (o capaz Panic Show). A principio de año, tuvo a todos en vilo y rosqueando para ver si iba a ser o no presidente, hasta que finalmente en marzo vio que los números no cerraban y anunció que se bajaba con un video emotivo (y un poco largo al pedo). Después se dedicó primero a minar a Horacio Rodríguez Larreta para vengarse, y para castigarlo por tibio. Resuelta la interna en las PASO, en lugar de apoyar a Patricia Bullrich, se la pasó hablando maravillas de Milei. Y cuando Bullrich quedó afuera del balotaje, no tardó casi nada en llamarlo a su casa de Acassuso para sellar el acuerdo con el libertario. Macri se esforzó en transmitir la idea de que Milei, a su lado, no iba a ser un loco, pero sobre todo el mensaje que quería dejar era que él iba a controlarlo. Javier era una especie de gólem al que Mauricio le escribía la palabra “libertad” en la frente para que se dedicara a hacer el bien.
Un mes y medio después de ese acuerdo (sí, fue hace un siglo), el PRO se está quedando con apenas un par de ministerios, Patricia Bullrich ya se quiere independizar de Macri, y todo indica que las presidencias del Senado y de Diputados van a ser para La Libertad Avanza y no para el macrismo. Se recordó mucho este mes esa frase que dice que Macri solo conoce dos tipos de relación: enemigo o empleado. Parece que en el último tiempo tuvo que concebir una tercera categoría, porque se reunió un par de veces con Milei y se dio cuenta de que, más allá de lo proclamado en campaña, el libertario no puede ser albertizado. Milei tuvo sus 8 millones de votos propios en las generales y con el resultado puesto es probable que le habría ganado a Massa incluso sin el apoyo de Macri. Sin poder influir lo suficiente en las designaciones, Macri actualizó su Linkedin mental de “CEO y líder espiritual del segundo tiempo presidido por otro” a “Apoyador cuando corresponda, pero desde lejos”. Por las dudas saludó en un tuit a los miembros del PRO que se van a sumar al gabinete de Milei y les deseó “el mayor de los éxitos en este compromiso personal que asumen”. Fino. Acto seguido contrató guardería por tres meses para los conductores de LN+ y empezó a pensar en las vacaciones y en las elecciones de Boca.
Milei tiene más habilidad política que la que le asignamos en un principio los que sólo lo veíamos como un “loquito”. Puede ser que esté vengándose por anticipado de Macri por esa reunión con Villarruel. Fue la semana previa al balotaje, cuando se manejaba la posibilidad de que Milei ganara pero no estuviera en condiciones de asumir. También es posible que el presidente electo entienda que ya Macri le aportó lo que podía y que no hay mucho más que eso. Macri mantiene una alta imagen negativa ante la sociedad, por algo no fue candidato, y tener dando vueltas a un referente de “la casta” en un Gobierno que pronostica dos años de estanflación tal vez no sea ideal. Si Milei necesita consejos puede consultarlo, o leer alguno de los libros que le escribió Avelluto, o incluso recordar las críticas que el propio libertario le hacía, como panelista, al gobierno de Macri cuando se desató la crisis de 2018.
O sea, digamos, Milei parece preferir gobernar con los viejos menemistas que le acerca Guillermo Francos (un saludo a Rodolfo “si fui nazi me arrepiento” Barra). Serán viejos y harán los mismos chistes cancelables de Carlos Rodríguez, me explico, pero al menos tienen una idea de cómo funciona el Estado. O incluso dejaría en sus cargos a varios de los funcionarios de segunda y tercera línea de este gobierno, total, lugares sobran y a alguien hay que echarle la culpa cuando las cosas salgan irremediablemente mal. Por más que se anuncie una “ley ómnibus”, las reformas que quiere Milei se van a tener que negociar punto por punto. Para eso es mejor tener contentos a los peronistas que acuden en auxilio del vencedor y a los gobernadores que necesitan cerrar números antes que a los del PRO que están obligados ideológicamente a apoyar los intentos de liberalización. Menem hubo uno solo y a Milei no le crecen patillas solo por sumar a sus exfuncionarios, pero es difícil imaginarse un presidente menemista con un jefe político que lo camporice.
Anticipamos acá hace dos meses que Macri se acercaría a Milei aunque eso le traería poco beneficio. Y decíamos la semana pasada que Macri no gana nada quedándose cerca de la línea sucesoria o poniendo la cara en lo que probablemente sea la peor parte del ajuste (que si todo sale bien puede durar seis meses y si todo sale mal mejor ni calcular). Mejor tomarse unos meses de vacaciones y ver qué onda en marzo. De última puede recuperar la presidencia del PRO que va a dejar Bullrich, total nadie se la va a discutir. Tranqui.
El proyecto del verano para Macri será Boca. Ya logró que las elecciones no se hagan este fin de semana y el plan es postergarlas todo lo posible, porque a partir del domingo que viene va a haber más tuercas para apretar. El ideal es lograr la intervención judicial o al menos poner suficientes trabas para que Riquelme no pueda contratar un DT ni intervenir en el mercado de pases durante el verano. El año que viene, con el desgaste, capaz los números de las encuestas le dan mejor al macrismo (o peor al oficialismo) y ahí vemos. Es otro tema que se puede delegar en vacaciones, para eso están Ibarra y los medios afines.
Si logra la presidencia de Boca en 2024, Macri puede apuntar a su objetivo original, que es despachar al Chiqui Tapia de la AFA para apuntar a un alto cargo en la FIFA. Uno de esos laburos que todos queremos: paga en dólares, no requiere presencialidad, horas flexibles. Solo hay que rodearse de unos jeques flojos de papeles en temas de derechos humanos, sonreir y firmar. Ese sí es un logro como la gente, muy por encima de gobernar un país sudamericano. Que se lo metan en el culo esos negros, nunca entendieron lo que quise hacer, y eso que mandé a escribir dos libros. ¿Para qué? Paraguayo.