Te invito a mi primer quilombo, ¡no faltes!
Bueno, muy divertidos los primeros siete días de gobierno de Milei, y eso que todavía no asumió. El lunes fue feriado, menos para los periodistas y todos los que laburan en esto de la rosca, que tuvieron que empezar con la transición. Sergio Massa pensó en ese tuit de “sé tu propio De la Rúa, abandona tu vida toda incendiada…” y al final no renunció, pero un poco se borró. Dejó a un “equipo de transición” que por las dudas no va a tocar nada de la economía, tuiteó un poema que al final no era de García Lorca y se acordó de que Alberto Fernández técnicamente todavía era presidente y lo mandó a poner la cara y a enseñarle a Milei cómo se prende el calefón de Olivos. De yapa hizo circular que lo querían tres fondos de inversión yanquis, como uno de esos directores técnicos que va a la tele a decir que tiene propuestas de España e Italia pero si le ofrecen dirigir Barracas Central agarra, porque le interesa el proyecto y así no tiene que cambiar de colegio a los nenes. En fin, el presidente que nos perdimos.
Javier Milei a todo esto sigue en el Hotel Libertador y piensa mudarse derecho a Olivos, porque es tan workaholic, según sus palabras, que no va a pisar la Casa Rosada. Igual salió para dar algunas entrevistas (presumimos que se duchó, porque no volvió a usar el buzo azul), dijo que no hay plata, que se termina la obra pública, que va a vender YPF, Aerolíneas y los medios públicos. Cuando parecía que iba a armar un gabinete violeta puro, corrieron a un segundo plano a Villarruel, que justo tuvo el mal timing de cortarse sola con logo propio una semana antes de ganar. También borraron a los asesores económicos que iban a hacer la dolarización (Carlos Rodríguez se mandó a contarle chistes de putos a Novaresio para que parezca que lo fletaron por homofóbico y no por otra cosa). En el medio apareció Macri, le recordó que algunos de los 14 millones de votos los puso él, y el organigrama empezó a pintarse de amarillo, con Caputo en Economía, Bullrich en Seguridad y Sturzenegger (que antes iba a ir a Economía, pero ahora no) armando algo de modernización del Estado. Todo esto a hoy lunes, mañana puede cambiar, pero esta semana funcionó el teorema de Baglini. De paso, las empresas aprovecharon que la mayoría estábamos viendo si Scaloni se queda o se va para colar unos aumentos de 10 a 40% según corresponda. La cosa sana.
Un ejemplo de lo atado con hilo de fiambre que está todo es que Demian Reidel, que iba a ser el presidente del Banco Central desde que corrieron a Ocampo, también se bajó con un tuit. Por las dudas aclaró que igual bancaba. Estaría complicado conseguir un funcionario para un organismo que Milei prometió dinamitar. Se suponía que Reidel era otra garantía contra la dolarización, y todos festejaron cuando Caputo dijo que eso no era una prioridad (que es una forma fina de decir que no se hace). Pero la falta de definición del banquero central, sumado a la insistencia de resolver primero que nada las Leliqs, podrían ser una señal de que Milei se encapricha con liquidar al peso. Ya debatimos acá al respecto, pero tal vez realmente sea incapaz de mentir y se obsesione con cumplir una promesa de campaña aunque sea inviable.
Más allá de los memes, es tentador pensar que Macri se construyó su propio Alberto en una jugada maestra como la de CFK. Pero sería erróneo: Milei sigue siendo presidente (electo) y va a tener la lapicera; Macri no está ni en la línea sucesoria. El libertario además tuvo sus propios votos, unos cuantos más que los que tuvo el PRO en las generales, y no los consiguió a dedo. La pregunta es por qué la “casta” macrista se pone en la primera línea de algo que tiene muchas probabilidades de salir mal. ¿Cuál es el Plan B si Caputo no encuentra el rumbo en el primer año? ¿Qué pasa si Bullrich se excede en la represión del conflicto social? Suplentes seguro sobran, pero la política se desgasta y la situación es bastante delicada.
O sea, digamos, no soy experto en crecimiento económico con y sin dinero como Milei, a duras penas terminé el secundario, y nadie vio nunca una Leliq (básicamente, deuda en pesos del BCRA con los bancos). Se pueden reducir con tiempo, bajando el déficit fiscal y la emisión. Sin tiempo y sin plata (y plata no hay), es más difícil. Y para entonces ya vas a ser gobierno, aunque tengas uno o dos años para culpar a la herencia. El problema de las Leliqs es de esos en los que hay 40 soluciones posibles y ninguna parece buena en la previa; si se aplica una y funciona, en retrospectiva habrá sido obvio que era esa, y si falla yo te dije que no iba a andar. Las Leliqs equivalen a unos 20 mil millones de dólares, que es la cantidad de reservas brutas que hay en el Banco Central (las reales son negativas, pero ese es otro tema). Este lunes viaja Milei con Caputo a Estados Unidos para, entre otras cosas, tratar de conseguir esos 20 mil millones de dólares para saldar las Leliq. Mi impresión es que se apuran a endeudarse en dólares para pagar deuda en pesos, saldar esa deuda no es garantía de nada, y queman crédito antes de tiempo. Menem hubo uno solo y clavó un ajustazo antes de que Cavallo encuentre la piedra filosofal de la dolarización, no al revés. Veremos.
El ajuste es el otro
¿Pero qué ajuste? Milei prometió en campaña que recortaría 15 puntos del PBI gracias a eliminar el gasto de “la casta”, que es como prometer que vas a bajar 15 kilos cortándote el pelo. Si mañana fusilás a todos los funcionarios públicos nacionales, no llegás a mover un punto de PBI. Provinciales y municipales serían otro punto, pero eso lo tenés que negociar con cada distrito, lleva tiempo, en fin. Obra pública es 1,6% del PBI y Milei dijo que la va a abandonar o privatizar. Pero con un Congreso dividido y de mayoría opositora, todo indica que van a tener que negociar esa parte para poder aunque sea empezar a discutir leyes. Quedan subsidios al transporte y a los servicios, ese largo pecado original del kirchnerismo en los últimos 20 años. Se pueden recortar de a poco, o de golpe: si es lo segundo y no se apunta a recomponer salarios, que es uno de los precios más atrasados de todos los precios que están atrasados, bueno, no va a estar lindo.
Según un estudio reciente de la Consultora Pyrex Analytica intitulado “Pero la mía está, ¿no?”, el voto de estas últimas elecciones podría dividirse más o menos en tres tercios. Son tres sectores de la sociedad, parecidos a los tres tercios del voto en las generales, pero no iguales. El primero es una mezcla entre el núcleo duro de La Libertad Avanza y parte del voto a Bullrich, un sector que quiere ser ajustado con sadismo, purgar sus propios pecados (vaya uno a saber cuales), sacrificarse por el bien de la sociedad, por sus hijos y sus nietos si los hubiera, por mi culpa por mi culpa por mi grandísima culpa. Otro tercio, que es sobre todo el voto a Massa, se niega a ser ajustado de ninguna forma, en parte por ideología, en parte porque ahí están algunos de los que ya fueron ajustados y vueltos a ajustar en los últimos 8 años y no tienen margen para mucho más. No quedan ahorros en dólares, no hay unos AL30 sueltos entre los almohadones del sillón (que hay que retapizar), el burlete de la heladera no da más y hay que rezar todos los días para que el motor no se funda en el próximo corte de luz, en fin, se entiende la idea. Y después hay un tercio grande, que votó de todo, que cree que hay que ajustar un poco, no demasiado, pero sobre todo que el ajuste se lo van a hacer a otro. O a “la casta” o al planero de mi vecino, o a unas feminazis conjeturales que les contaron por TV. Sorpresa.
Massa pudo ganar en las generales cuando logró instalar la idea de que esa elección era entre un ajuste light, suyo, y el ajuste salvaje de Milei. Y Milei ganó el balotaje cuando encuadró, de la mano de Macri, la elección entre cambio y continuidad. El primer tercio, que hoy es grande, seguramente va a seguir siendo núcleo duro de Milei en los próximos años. Pero una parte importante de ese voto de segunda vuelta es el que espera que el ajuste no le toque, o no tanto. Va a necesitar de cierta cintura Milei, tal vez mostrar un sacrificio propio (y no creo que el truco de donar el sueldo alcance) para que ese sector soporte las tarifas y los precios que se vienen, más si no mejoran los salarios. En el mejor de los casos, si el ajuste se hace bien, la vamos a pasar mal un año. Si ese horizonte se estira a dos, tres, cuatro, ya es otra historia.
Me preocupa la escalada de violencia. Desde LLA ya están agitando la idea de un intento de golpe simplemente por gente que va a reclamar por lo que no le guste, amparado en el artículo 19 de la Constitución. Espero que esas protestas sean pacíficas y repudio de antemano toda agresión. La idea de que cualquier rechazo a las políticas de Milei vendrá de parte de “orcos” ya plantea un escenario en el que planean deshumanizar al rival. Recomiendo ver en ese sentido el debate entre Alejandro Bongiovanni y Luis D’Elía de la semana pasada. El primero advierte, en línea con lo que dijo Macri, que esta vez los militantes libertarios “van a estar entre ustedes y la policía”. Celebro que también quieran expresarse los nuevos oficialistas en la calle, siempre que sea de forma pacífica. Pero la idea de comandos civiles es de todo menos novedosa en Argentina, y pueden googlear cómo terminó eso (mal). Esperemos pasar las fiestas en paz y que no haya violencia de ningún lado.
Faltan 13 días para que asuma Milei y 28 para navidad. La maldición china de los tiempos interesantes podría ir aflojando un poco, aunque sea para las fiestas.