¿Se viene el golpe interno?
Javier Milei ya la chocó. Lo único que le falta es perder la presidencia.
El lunes, después del anuncio de que se levantaba el capítulo fiscal de la Ley Ómnibus, parecía que había acuerdo con los gobernadores para aprobarla. Milei intentó romperlo anunciando que no se iba a discutir la coparticipación del impuesto PAÍS (de yapa, con un nuevo like orinador a los mandatarios provinciales), pero el entendimiento alcanzado por Guillermo Francos se mantuvo. El martes alguien se acordó de que el presidente en campaña había prometido cortarse un brazo antes de aumentar impuestos; hubo que correr para confirmar a Daniel Scioli como secretario de Turismo, Ambiente, Deportes, Fe, Esperanza, Diálogo y Papafrancisco. Milei acusó de nuevo a los diputados de coimeros, ante lo cual los legisladores se mantuvieron firmes en su postura de aprobar casi todo lo que quedaba de la Ley Fiorino. Más tarde, Miguel Pichetto recordó que es un tipo con mal humor. El miércoles empezó la sesión de la Cámara Baja, que reactivó por 48 horas la industria de motoqueros y deliveries en los alrededores del Congreso. No se detuvieron en detalles menores, como el hecho de que no tenían el dictamen fantasma que habían firmado la semana anterior, o que tampoco sabían bien qué estaban votando. Hubo marchas contra la Ley Zanella frente al Congreso y el protocolo antipiquetes no se aplicó demasiado. No obstante, Patricia Bullrich aprovechó para estrenar las últimas tendencias en represión de la legítima protesta, como dispararle a periodistas, apuntar a los ojos, y usar gases lacrimógenos porque sí. Para baitear un poco a los diputados kirchneristas, Lilia Lemoine aprovechó para invitar al recinto al líder de la organización que atentó contra Cristina Kirchner en septiembre de 2022. El jueves, la cancillera Diana "Pato Criollo" Mondino aprovechó que no tenía ninguna relación diplomática para romper y se sumó al bait. Mientras tanto, afuera se acumulaban unos 25 periodistas agredidos, un cana aparecía con el símbolo libertario en el uniforme, el vocero presidencial canchereaba al pedo y los diputados seguían sin saber qué iban a votar. El viernes hubo más represión y pantomima, pero al final nuestros legisladores, exhaustos por tener que laburar tres días seguidos, decidieron votar en general y pasar la discusión en particular para la semana siguiente. La Ley Triciclo se aprobó con 144 votos a favor y 109 en contra. Nos acercamos unos centímetros a remontarnos a la estratósfera, los libertarios ciegos nos gritaron a los tuertos que no la vemos y Milei festejó con unas buenas imágenes de un león generadas con inteligencia artificial.
El fin de semana descansamos todos, menos Adorni que se comió un carpetazo flojo de papeles. El lunes un par de miles de personas le quisieron hacer cumplir a Sandra Pettovello la promesa de recibir a cualquier argentino que tuviera hambre "uno por uno" y se le formó una cola de 20 cuadras. La ministra tuvo que aclarar que no los había convocado, que es una forma fina de decir que estos grasas no entienden una metáfora. Como estaba todo cocinado y tranquilo, Milei se fue a Israel. Este martes, los habitantes del AMBA amanecimos con la libertad hasta la tráquea y nos desayunamos con el boleto de colectivo a 300 pesos (y más de 1700 para los que se toman la costera a La Plata). Pero el plato fuerte vino a la tarde, cuando empezó la votación en particular de la Ley Zapatillas con Rollers mientras Milei lloraba en el Muro de los Lamentos. Los diputados le votaron algunos superpoderes al oficialismo, pero empezaron a bajarle incisos a lo pavo. Cuando llegaron a la votación de las privatizaciones, los libertarios se dieron cuenta de que a la Ley le quedaban como mucho Tres Rulemanes y además iban a estar unos 15 meses discutiéndola. Shawarma de por medio, desde Jerusalén y por Whatsapp, Milei dijo que al cabo que ni quería, que se la metan en el culo, y que vuelva todo el proyecto a comisión. No queda claro si alguien le avisó que eso implicaba que iban a tener que votar de nuevo; algunos oficialistas estaban convencidos de que el proyecto igual quedaba aprobado en general. Hubo acusaciones cruzadas de traición con los gobernadores, los de Juntos por el Cambio aclararon que ellos iban a seguir apoyando aunque los sigan meando, y los voceros tartamudos del Gobierno tuvieron que salir a dar explicaciones sin entender bien qué había pasado. Milei aprovechó el medio de comunicación verbal que más o menos maneja (los likes de Twitter) para avisar que van a la guerra contra los diputados, amenazar con más decretazos y sugerir que quiere un plebiscito (al pedo, tendría que convocarlo el Congreso). La Oficina del Presidente tuvo que recordar que Milei ganó las elecciones, lo cual siempre es una buena señal, y de paso hizo una lista de diputados traidores que “votaron en contra del pueblo”. Toto Caputo confirmó que la Ley Átomo no importa tanto, porque el plan de ajuste sigue funcionando con licuación, partidas retrasadas, salarios deprimidos y jubilaciones de hambre. Viva la Libertad Carajo.
El gobierno se acerca a un punto de quiebre por las carencias personales del presidente y los déficits productivos de sus funcionarios. Discutimos mucho desde que empezó la campaña si Javier Milei era loco o se hacía, si todo lo que hace no es un acting para alcanzar sus objetivos. A casi dos meses de iniciado su mandato, y con buena parte de sus objetivos todos chocados y en llamas (otros van bien, no se ilusionen), cada vez queda más claro que el tipo es lo que parece. O sea, digamos, no hay actuación, ni exageración, ni metáfora. En el mejor de los casos profundiza las contradicciones (y abusa de la “teoría de los juegos”, según Majul) como estrategia sin medir los daños colaterales, me explico. En el peor de los casos avanza siempre hacia el choque porque le importa más tener razón que ganar, valora más la ideología que los resultados. Esa teoría la avala su obsesión por su discurso en Davos y la repercusión que tuvo, la necesidad de instalar que es un líder global en lugar de un “fenómeno barrial”, la fijación con las reproducciones que tuvo uno de sus reportajes. Incluso, como sugiere la entrevista que le dio esta semana a Iván Schargrodsky, pareciera que la prioridad de su plan económico es demostrar teóricamente que puede funcionar antes de efectivamente lograr sus objetivos.
En esa última nota antes del desastre, Milei dijo que la dolarización (en la forma que sea), llegaría recién en 2025, aunque la base monetaria sigue achicándose. Es posible que ese plan nunca se concrete, porque para entonces el presidente puede ser otro.
Villarruel, el plan B del establishment
La primera alerta surgió en noviembre, cuando La Libertad Avanza todavía no había ganado el balotaje. Ya en ese entonces, Victoria Villarruel se cortaba sola, hacía actos de campaña con branding diferenciado y se reunía (o mantenía diálogo fluido) con Mauricio Macri. Una vez en el Sillón de Rivadavia, Milei le cobró esa diferenciación: le sacó las áreas de Seguridad y Defensa que le había prometido, supuestamente su área de expertise, para dárselas a Patricia Bullrich (y Luis Petri, que es lo mismo). El diálogo se rompió, Villarruel sólo apareció para alguna reunión de Gabinete (ni siquiera estuvo en el anuncio del DNU) y se dedicó a consolidar su poder en el Senado. El contacto con Macri se mantuvo y se repitió varias veces durante el verano, con un supuesto encuentro presencial en Cumelén. Meses antes, el expresidente le había preguntado si estaba en condiciones de hacerse cargo del Gobierno si Milei, por alguna razón u otra, no podía seguir en la presidencia. La respuesta fue positiva. Hoy está a cargo de la jefatura de Estado por el viaje internacional de Milei.
“No sabemos si cae en marzo o en abril”, fue el mensaje de Enrique “Pepe” Albistur que se viralizó a fines de enero. Sintetizaba la ilusión de parte del peronismo sobre Milei, aunque el autor tuvo que aclarar después que en realidad hablaba de la Ley Ómnibus (risas). Su deseo puede hacerse realidad, pero como una maldición.
Parte del establishment, que lo votó y apoya sus medidas, ve con preocupación la estabilidad de Javier Milei. Otros ya le picaron el boleto. Si no pudo aprobar una reforma laboral que casi todos los diputados hubieran votado con las tres manos, sólo por el capricho de sacarla por DNU, ¿qué queda para el resto de sus ideas? Si la crisis se profundiza, en marzo muchos empresarios querrán ajustar y van a tener que pagar indemnizaciones como si gobernara el peronismo. Los gobernadores y varios congresistas se mueren de ganas de ayudar al oficialismo (sólo piden un poco de coparticipación a cambio), pero el oficialismo no se deja. Con la vuelta a comisión, sin una estrategia en el Senado, el horizonte de la Ley se corre hacia el infinito. ¿Alcanza sólo con la licuación y el ajuste de partidas? ¿Cuánto tiempo aguanta la paciencia social si la piedra de toque de este plan es que los salarios y otros ingresos se mantengan por el piso? La inflación está bajando respecto a enero, ponele, pero puede volver a subir con los aumentos de tarifas, nafta y prepagas que todavía faltan. ¿Qué pasa cuando en marzo el campo pida un tipo de cambio más competitivo, o sea digamos, para compensar las retenciones a cambio de liquidar una cosecha que capaz no sea tan buena? ¿Cuánto tiempo se van a mantener estables los dólares financieros y el riesgo país con las malas noticias políticas?
O sea, digamos: si Javier Milei mantiene sus amenazas al Congreso o profundiza su declive, nada impide que se vote su juicio político por cualquiera de las razones previstas en el artículo 53 de la Constitución Nacional. La remoción del presidente no implicaría la fantasía de la revolución popular con la que alucina parte del peronismo, sino la asunción de Villarruel. Un eventual gobierno de la vicepresidenta permitiría barajar y dar de nuevo, un “segundo tiempo” para que el establishment consolide el saqueo que inició el presidente libertario. Villarruel podría ser la variante “racional” del ajuste, con un programa más acorde a lo que piden el FMI y las empresas locales, que no quieren la dolarización. Los recortes podrían ser acordados con los gobernadores a los que Milei desprecia, en un esquema que les permita apoyar más o menos las mismas reformas pero llevarse “la suya”. Incluso, si nos portamos bien, tal vez no se desfinancie del todo la Educación y la Salud públicas, que con el presupuesto actual tienen fondos hasta mayo. Si nos portamos mal, habrá más represión avalada por los medios, apoyada en las mismas Fuerzas de Seguridad; y tal vez por las Fuerzas Armadas, a las que Villarruel les promete la reivindicación del fin de las causas de lesa humanidad. Una gran mesa de consensos para todos.
Macri se ilusiona con la idea de copar el Gabinete, sin importar quién esté a cargo, entre marzo y abril. Por supuesto, respaldaría a su polla. Es posible, no obstante, que el fracaso de Milei lo arrastre a él también, además de a Sturzenegger con su gran PDF de reformas y su tercer fracaso nacional consecutivo, a Caputo y a Bullrich. Macri espera que el PRO lidere a La Libertad Avanza, pero nada impide que sea al revés. Villarruel puede acordar con el peronismo dialoguista, firmar un pacto de no agresión con el kirchnerismo, y dejar al expresidente afuera de todo. Dolor reposera.
¿Qué tan probable es todo esto? Cito la Ley de los titulares de Betteridge: cualquier título formulado como pregunta puede responderse con un “no”. La Consultora Pyrex Analytica, desde su búnker de Las Toninas, estima las probabilidades de Villarruel presidenta en un 9,14%. En el 90,86% restante, igual todos vamos a morir.
Posdata
Prometí tomarme vacaciones y acá estoy, con el newsletter más largo del año. Argentina nunca aburre, pero a veces agota. Peor es laburar.
Además del newsletter de Schargrodsky, que seguramente ya todos leen, recomiendo mucho esta nota de Victoria de Masi a Fátima Florez. Seguro me falta algo pero son las dos de la mañana mientras escribo esto.
Nos vemos la semana que viene. Ojalá que no. Cuidensé.
¿Y Menem? ¿A dónde está Menem?