Javier Milei le responde un mensaje a un falso Kicillof en Twitter y después se lo “remite” al gobernador real. Por las dudas, aclara que “lo dicho en la cuenta fake es una tontería que bien podría haber dicho el verdadero”. El Gabinete nacional, con el presidente y la primera dama incluidos, sale al balcón de la Casa Rosada a saludar a la nada. Se posterga un mes la mudanza a Olivos por problemas de importación de los materiales para construir los supuestos caniles de los hipotéticos perros del jefe de Estado conjetural, que al final resultan ser tres rejas apenas soldadas por tipos que ni usan protección. Manuel Adorni sale a pelearse con una periodista oficialista que dijo que los perros ya estaban mudados; se meten FOPEA, ADEPA y el propio presidente. Lilia Lemoine defiende el ajuste en diversos apoyos al arte (con beneficio fiscal cero) disfrazada de ALF y con un gato a upa. La ministra de Seguridad se ocupa de procesar y detener a un colectivero que atropelló y mató a un perro (a pedido del presidente, que por si no quedó claro todavía tiene un tema con los perros). La canciller se reúne con diplomáticos de Taiwan (mientras el swap con China está congelado) y se ve obligada enseguida a recular en chatitas. La primera dama se saca una foto en falsa escuadra para desmentir los persistentes rumores de que el presidente miente con su estatura y el tamaño de su calzado. Milei va a Davos, dice que no hubo crecimiento de PBI previo a la Revolución Industrial, acusa a todos de marxistas y, para resumir, da un discurso desubicado como chupete en el orto. Todo estos hechos en apariencia aislados son solo algunos ejemplos de una fina estrategia política y comunicacional, que consiste en hacer pasar por incompetencia o locura temporal lo que en realidad es el extravío total en pos de la aplicación de medidas de ajuste.
Es decir, parecen boludos, pero no se confundan: además de boludos son hijos de puta.
A 5 semanas de iniciado el gobierno de Javier Milei ya cayeron las promesas de campaña en pos del pragmatismo, como corresponde. Lo que queda es un plan de estanflación, licuación y ajuste que corre con tiempo a favor. Y sobre esa base se monta un espectáculo de luces y sonido repleto de estupideces aparentes e imbecilidades reales que constituye la política comunicacional libertaria. Parece joda porque es joda, pero además te están cagando. Las principales decisiones en torno a la concentración de poder y riqueza ya fueron tomadas incluso antes del 10 de diciembre. Los ganadores y perdedores quedan bien definidos. Todo el saqueo está firmado en el aire, sin necesidad de que rija ninguna ley (por eso las prepagas pudieron aumentar incluso antes de que entre en vigencia el DNU). El pase de manos de Caputo ya estaba realizado en la devaluación inicial. Tanto el megadecreto como la Ley Ómnibus sólo sirven para distraer con un toma daca ilusorio en el que se resigna, por ejemplo, la represión a las reuniones de 3 personas a cambio de legalizar el robo.
Eso explica que la “discusión” “política” de las últimas semanas haya tomado ribetes bizarros, con artículos que derogan cosas que no existen, ministros que van al Congreso a confesar que no escribieron las normativas que pretenden defender y funcionarios que buscan negociar diciendo que no van a negociar. La oposición que se opone (si) no puede consensuar un rechazo coherente porque teme quedar pegada al fracaso del kirchnerismo. Y la no-oposición (la UCR, el PRO, el bloque de Pichetto) se muere de ganas de negociar y acordar pero no tiene con quien hacerlo. Nadie sabe quién toma las decisiones y los pocos que pueden negociar no quieren para no enojar al presidente. Así no se puede.
Con ese escenario, el gobierno no tiene muchos más voceros que los tuits del propio presidente y sus fotos haciendo boquita de pato. Los ministros no están para eso. Patricia Bullrich no puede hablar en castellano. Toto Caputo baila en Tiktok con el ajuste de fondo. Diana Mondino es un conflicto bilateral caminando. Sturzenegger, que ni siquiera es funcionario, quiere consolidar su tercer fracaso nacional consecutivo con una reforma constitucional de facto y cada vez que sale a justificarla pasa papelones. Los Santi Caputo y los Iñaki Gutiérrez ya fueron designados, corridos del medio y vueltos a poner porque no pueden manejar nada, pero tampoco hay nada que manejar. Adorni cumple con su función: no tiene nada para comunicar, por ende distrae. Lilia Lemoine lleva esa práctica a un nivel artístico, y es por ende una de las mejores funcionarias de este Gobierno.
O sea, digamos, cada vez que Milei o algún otro libertario hace o dice una pavada es difundido al infinito por el aparato propalador oficialista en redes sociales y por todos los medios de comunicación. Y cada vez que eso pasa, aparece un coro de superdotados que repiten que es una “masterclass”, una “doma” o un exitoso “bait”. Para los no iniciados, bait (carnada, en inglés) o baitear es hacer pisar el palito, tender una trampa, me explico, ver un paso más allá. Y tienen razón. Milei y su Gobierno baitean con éxito al ritmo de la samba de la licuación. La oposición suele entrar en ese juego porque de otra forma tendrían que discutir de política, hacerse cargo, pedir perdón. Los medios también, porque hay que vender clicks. Y los ociosos no se lo pierden porque es eso o mirar Gran Hermano. Peor es laburar.
Los piadosos mantienen las comparaciones de este gobierno con el menemismo, con su arranque fallido y sus detalles pintorescos, como una expresión del deseo de que el ajuste sea exitoso. Pero Menem hubo uno sólo y tenía a Corach al lado, no a Adorni. Y sobre todo Menem se puso adelante de un cambio cultural que no hizo él (ni Neustadt) sino que ya había hecho la sociedad, que no quería seguir viviendo a fines de los ‘80 como a principios de los ‘50. La “batalla cultural” ya estaba ganada, Menem sólo hizo como que la peleó. No queda claro, por mucho que insistan los oficialistas, que Milei haya triunfado en la disputa por el sentido común, que todos ahora seamos libertarios y no lo sepamos. Con el correr de los meses vamos a saber si pasó eso, o si en realidad el presidente ganó porque concentró el rechazo a 20 años de malos gobiernos, y si sus votantes son libremercadistas o gente que quiere dejar de perder contra la inflación. Menem además pasó años en las revistas cultivando una imagen imposible de sex-symbol que al principio era increíble y al final fue inconsciente. Y sobre todo nunca tuvimos que verle los pies.
Milei puede estar loco o no, como ya discutimos acá, puede tener alguna patología subdiagnosticada o puede ser todo un acting. Pero hay que mantener ilusión de que se equivoca, de que comete errores, de que hay torpezas. Es una gambeta que no va a ningún lado. Discutimos los pies del presidente y sus ridículos porque discutir la realidad sería todavía más ridículo. El drama sería correr el velo para ver que abajo hay otro velo y que abajo de eso no hay nada. O hay más ajuste, o un sorete tibio y un solo de trompeta burlón. Ahí el ridículo sería dramático. Pero todavía falta.