Los 12 consejos de liderazgo, locura y desprecio de Javier Milei para presidentes en el siglo XXI
O sea, digamos, ¡el número 7 realmente te sorprenderá!
O sea digamos ser un presidente o primer ministro de derecha, a ver, en general conservadora, me explico, y que le hace bullying a sus rivales políticos es uno de los rubros con mayor demanda en la última década. Y a mí me encanta la oferta y la demanda. Pero eso no quiere decir, de alguna manera, que sea fácil.
En un mundo dinámico y cambiante, o sea, de alta insatisfacción ante las democracias liberales occidentales, ser presidente es como un trabajo difícil. Más en nuestra región donde los mandatarios outsiders, digamos, de derecha, aunque seamos moral y estéticamente superiores, o sea, en general, terminamos mal. Digamos con un juicio político, inhabilitados, con procesos judiciales prescriptivos, se entiende.
Por eso, y como soy un fenómeno barrial que logró conquistar el mundo (o al menos manipular los algoritmos perversos de las redes sociales para abusar de las herramientas de viralización en pos de simular, o sea, una supuesta influencia global), voy a dejarles mis 12 consejos de liderazgo, locura y desprecio para presidentes de derecha en el Siglo XXI.
1. Abrazar las redes sociales
Los medios de comunicación tradicionales medio que ya fueron y a veces los periodistas hacen preguntas incómodas o llevan tosedores profesionales para distraerte, me explico. En las redes sociales no existe ese problema y uno puede expresarse a sus anchas sin que nadie te moleste, o le preste demasiada atención al talle de tus zapatos. Si hasta Trump, que es un genio, se hizo su propia red social para que no le discutan.
2. Memes con inteligencia artificial
O sea digamos hola a todos yo soy el león y si quiero simbolizar que yo, como león, hipotéticamente hablando, quiero cerrar el INADI y/o demolerlo aunque sea un organismo público que funciona en distintas sedes y no un edificio concreto, me explico, esa es una idea compleja de comunicar a un electorado que en muchos casos no terminó el secundario. Pero el mercado siempre ofrece soluciones superadoras, es decir, y la inteligencia artificial es una de ellas. Entonces a ver, yo le digo a Chat GPT o Dall-E que me haga un león tirando abajo el INADI y el león me lo hace, es fantástico.
Esto funciona a nivel simbólico e inconsciente, se entiende, y ahorra un montón de tiempo. Además digamos si quiero cumplir la fantasía de ser Terminator y dispararle a los gobernadores y a los traidores de mi gobierno también se puede hacer. Esto comunica una idea de violencia sin los riesgos de ejercer dicha violencia, me explico, y hasta que un loquito no salga a los tiros en la vida real no vamos a tener problemas. Mientras tanto, los boludos se indignan y los más boludos todavía festejan. Win-win.
3. Los likes y los retuits
El consumo problemático de redes sociales puede utilizarse (y abusarse) de formas innovadoras y creativas. O sea, digamos, ponerle me gusta a una foto de un gobernador enemigo editada para que parezca que tiene síndrome de down es perfectamente legítimo, a ver, ¿quién sos vos para coartar mi libertad de expresión? ¿Acaso estás a favor del rrrrrrrrrobo?
Dar RT implica nunca tener que hacerse cargo, técnicamente, y además está el vocero presidencial para decir que uno es “superrespetuoso” y justificar cualquier atrocidad. Si el mismo vocero se pelea con un periodista y le hacen memes con el periodista siendo literalmente orinado, por supuesto que le voy a poner me gusta. Incluso, supongamos, dar like a una foto editada de un gobernador en una escena porno. La idea se transmite igual, vuelvo a repetir, los boludos festejan, y en última instancia no le hace mal a nadie. Es todo pop, pop para divertirse, y como cada uno es libre nadie puede responsabilizarte de la degradación de la democracia que pueda derivar en el próximo shock de violencia o golpe de estado.
De paso, soy dueño de mi tiempo, y si el jefe de Estado pasa más horas diarias en Twitter que durmiendo es libre de hacerlo. Si inunda la conversación pública con una catarata de mensajes imposible de seguir y degrada la agenda y la concepción misma de realidad a base de una catarata de contenido indigerible, bueno, a mí me votó el 56% de los argentinos y en definitiva es mi prerrogativa.
4. Los medios tradicionales
O sea digamos el periodismo en sí no es tan malo, técnicamente. A ver, no por nada llegué a la presidencia en primer lugar, que me regalaran miles de minutos de prime time en los últimos 5 años para que grite barbaridades y nadie me haga una repregunta seguro tuvo algo que ver. La tele es buena, de algún lado hay que hacer los recortes que después se viralizan en redes.
El secreto, por supuesto, es controlar el escenario de la entrevista y hasta las preguntas que se hacen, me explico, por eso nunca hay que darle una nota a un periodista más o menos independiente porque no existen, son ensobrados, me quisieron voltear, me ponen a debatir y me hacen decir cosas incómodas como lo de la venta de órganos. Si los que me preguntan me tiran centros y no hacen quilombo, mejor. Total, la mayoría de los periodistas también son la casta, en especial esos que hacen comentarios incómodos y sobre todo esos que no cubren la canasta básica. Que se caguen.
5. Los trolls
¿De qué sirve todo ese laburo de tuitear y retuitear si no hay una maquinaria bien coordinada y paga para amplificarlo todo lo posible? Las granjas de trolls no las inventé yo, desde ya, todos las vienen usando en los últimos 15 años, la diferencia es que tengo las mejores. Copan la conversación, suprimen el disenso, insultan al enemigo, propalan la mentira inicial y después la desmentida, ¿qué más se puede pedir? También sirven para difundir todos esos memes subidos de tono, que a veces queda feo que los haga uno mismo. Cada tanto a alguno lo designamos funcionario y hasta ahora nadie se quejó demasiado.
6. Fake News
O sea digamos, qué importa si lo que digo o comparto en redes técnicamente no es del todo cierto, aplica la infalibilidad presidencial, si yo lo digo un poco cierto es, me explico. Y si no, igualmente es un hecho y los medios lo pueden referir como tal. Lo importante es que hablen.
7. Los enemigos y los apodos
Es importante tener un enemigo claro para ordenar todo esto y que la gente sepa a quién atacar. La casta funcionó en campaña, pero es un concepto demasiado amplio, me explico. Y es muy importante aplicar un buen apodo derogatorio para intentar humillar y bastardear todavía más la conversación pública. Lali Depósito funcionó espectacular. Nachito “abrí gmail” Torres no tanto. Nobleza obliga, el maestro en esto es Donald Trump, que lo hace mejor que nadie, lo mío como mucho es un humilde homenaje.
8. Apelar al misticismo
O sea digamos occidente está en crisis desde que matamos a Dios, ponele, y todos buscan un padre o algo trascendental más grande que uno pero que no sea per se una religión. Esto no lo digo yo, está estudiado, lo dice la ciencia, entonces qué mejor momento para apelar al misticismo falopa con una idea fantástica como “las fuerzas del cielo” para apuntar a todos los adolescentes subdesarrollados emocionalmente, ¿no? Insinuar que una mera opinión política es una imposición divina permite caer en la tautología de que esto es así porque es así, porque lo dice el cielo, y el que dice lo contrario no la ve. Para hacerlo más divertido, el presidente en cuestión puede incursionar en el judaísmo ortodoxo sin, técnicamente, serlo, y hasta compartir mensajes vengativos en hebreo cuando, por ejemplo, se cae en el Congreso una ley boicoteada por el propio oficialismo. Si piensan que estás loco, mejor.
9. El bait
Esto ya fue oportunamente explicado en este newsletter, pero el público se renueva, así que ahí va: baitear es hacer pisar el palito, tender una trampa, intentar que piquen el anzuelo. Parte de la oposición es muy boluDigo, ingenua, encadenada a lo simbólico, fanática de la metáfora. Alcanza con mover de lugar una estatua de un expresidente o anunciar que se va a poner una panchería en un edificio histórico para que salten indignados y se ocupen por horas de temas intrascendentes. Recuerden que este ajuste que armó el Toto Caputo funciona en base a licuación, así que mientras ustedes discuten boludeces los ingresos se destruyen, alcanzando un óptimo de pareto. Prepárense, porque falta poco para el Día de la mujer y el 24 de marzo, y tenemos preparadas muchas curvas para que coman en esas fechas.
10. El cinismo
No se puede ser presidente y candoroso, viejo. Si no, yo ya sería manco, como Scioli. No importa que en campaña haya jurado no subir impuestos o que el ajuste iba a pagarlo la casta. Hay que negar todo, como los infieles cuando los enganchan infraganti. Les recomiendo esta nota a mi gran amigo Fernando Cerimedo para ver este mecanismo en funcionamiento: toda agresión es una opinión, todo pensamiento ajeno es un ataque, toda mentira puede relativizarse.
11. Apelar a la falsa tecnocracia
O sea digamos si yo pude ganar una elección vendiendo la falopa de la escuela austríaca de economía y revoleando teorías que no aplican en ningún lugar del mundo, esta me la tienen que dejar pasar. ¿O vos no conocés el teorema de imposibilidad de Arrow, zurdo empobrecedor? Entonces tranquilamente yo puedo decir que aplico la teoría de los juegos para justificar decisiones políticas inentendibles, o asegurar que uso árboles decisorios para explicar que en realidad quería que fracase una ley que yo mismo impulsé. ¡La economía es una ciencia exacta y la gente es libre de morirse de hambre!
12. El photoshop
Yo no me photoshopeo, no sé de qué hablan, los libertarios somos estéticamente superiores. Si, hipotéticamente, algunos de mis seguidores carentes de figura parterna, digamos, eligen idealizarme para parecer más masculino porque bueno, es complejo, hay inseguridades de por medio, eso es tema suyo. Viva la libertad, carajo.