Qué barbaridad. Seguro todos lo vieron , pero bueno, por algún lado hay que empezar. La vicepresidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, estaba entrando al Congreso para el traspaso de mando. Se ve que le deben haber gritado algo que no le gustó, porque, sin darse vuelta, clavó un buen fuck you a quien sea que le estuviera reclamando. Y la imagen queda como su foto de salida, incluso a la par de su cercanía, vestida de rojo, de Javier Milei. Ya vieron los videos, ya escucharon el discurso durísimo del nuevo presidente, ya leyeron a los periodistas quejándose de que no pudieron ver la jura de ministros, así que me voy a saltear todo eso. Y como la semana pasada hablamos de Macri, este lunes toca La Doctora.
Cristina Kirchner es la dirigente política peor entendida de la Argentina. Lleva casi tres décadas en la primera plana de las noticias como diputada, senadora, primera dama, presidenta y vicepresidenta. En ese lapso se la tildó de loca, bipolar, con delirios de faraona, y el doctor Nelson Castro hasta le diagnosticó a distancia un síndrome medio inventado, una actitud que este portal celebra y replica todas las semanas. Desde la oposición le construyeron una imagen de pérfida, fría, calculadora, potencialmente homicida y en su propio espacio la veían como una especie de hada populista estratega y omnipotente. Los dos extremos se equivocan y comparten la idea de infalibilidad, y al mismo tiempo pueden tener razón en algún punto. Cristina es una dirigente política normal, que sólo aprovecha sus dones histriónicos para cumplir sus objetivos, que no son los que suelen atribuirle. O sea, digamos, si pudiéramos ver la tarjeta del TEG que CFK mantiene boca abajo, leeríamos:
Evitar ir en cana
Tener razón y reivindicar sus gobiernos
Caso contrario, destruir al equipo de la derecha
No hay mucho más que eso. Todos los ríos de tinta que se escribieron sobre ella fueron medio al pedo. La política pública y electoral es un ejercicio de representación y los dirigentes interpretan un papel (Cristina actúa de Cristina, como Milei “hace de” loco). Los políticos toman decisiones más o menos racionales, como todos, en busca de maximizar sus beneficios y lograr sus objetivos. En el camino fallan y cometen errores, y Cristina acumula muchos en los últimos años. Casi todos se explican por el segundo objetivo.
El primer kirchnerismo empezó con intentos de renovar la dirigencia política desgastada después de más de una década de menemismo, con la idea de reivindicar cuestiones de la izquierda o el progresismo (los derechos humanos) y con aspiraciones de una gestión menos corrupta (risas). Pero lo que le hacía ganar elecciones al viejo Frente para la Victoria era la economía. El dólar alto, los superávits gemelos que habían dejado Duhalde, Lavagna y Remes Lenicov (a caballo de la inflación domada a un costo altísimo por Menem) y el crecimiento a tasas chinas era una propuesta imbatible para la clase media. El kirchnerismo desarmó esa máquina de a poco, porque gobernar te hace priorizar lo urgente antes que lo importante, y lo urgente siempre es ganar la próxima elección. Los superávits se empezaron a perder antes de que Cristina ganara en 2007, el dólar fue quedando atrasado y no se corrigió (como tampoco las tarifas). Se forzó la máquina para ganar en 2011 y ahí, en lugar de aprovechar en el envión del 54% para hacer un ajuste necesario (y mucho menos grave que los ajustes que vinieron después) pusieron el cepo y se dedicaron a quemar reservas para llegar al final de mandato. Cristina no podía reelegir y su mantra era no ajustar, quedar como la que nunca había traicionado a sus votantes. Que se jodan los que vienen después, total no soy yo.
O sea, digamos, Cristina tuvo muchos momentos en los que parecía que se cagaba un poco en la gente que la votó. A ver: hizo chistes de choques de trenes después de la tragedia de Once, bailó en Plaza de Mayo por los 30 años de democracia mientras en el resto del país había saqueos y represión, me explico. O tuvo momentos “que coman torta”, como cuando empezó a cobrar jubilación y pensión millonarias mientras la mínima era una sola y de hambre, o usaba un avión de YPF para ir y venir del Calafate. Estoy lleno de odio, ya sé, le hago el juego a la derecha, la misoginia no me deja ver más allá. A veces aparecía esa victimización tan de Alfredo Casero haciendo de madre judía, como cuando murió Nisman y estuvo una hora hablando de punta en blanco, en silla de ruedas y sin dar media condolencia, claro, porque se lo habían hecho a ella. Pero en general su representación funcionaba, la gente la seguía votando, y todavía el saldo a su favor era positivo.
En 2015 llegó Macri al poder y a Cristina empezaron a perseguirla de manera algo burda, incluso en las causas en las que había pruebas en su contra. CFK logró entonces que la gente, que perdía en la economía, se identifique con ella, que era atosigada en lo judicial. Arañó un empate en 2017 y dos años después se dio cuenta de que sin ella no se podía pero con ella sola no alcanzaba. En rigor, ya lo había dicho antes, pero no le dieron bola, y eso que tenía razón. El tema fue que el tipo que había elegido para reconstruir un peronismo unificado era el Gallego De la Sota, que se murió en un accidente de tránsito tan trágico como evitable. Capaz había otro candidato, pero el que estaba más a mano en mayo de 2019, para desgracia de todos, era Alberto Fernández y bueno, ¿les dije que los políticos también cometen errores?
El experimento del Frente de Todos salió mal por todos lados, como ya se analizó acá. Si, hubo deuda, pandemia, guerra y sequía. Pero sobre todo fue un Gobierno cuyos protagonistas acordaron objetivos, después lotearon los espacios de poder para que nadie pudiera hacer nada y todos vigilaran al otro, y al final pasaron a bloquearse entre sí. Comenzó entonces la etapa de crítica postal de Cristina Kirchner, que estuvo tres años mandando cartas abiertas y dando discursos como si el Gobierno no lo hubiera formado ella como accionista principal. Su mantra era que no había que ajustar, porque eso iba contra el principio de que ella nunca había traicionado a sus votantes. Pero los terminó abandonando igual, porque las distorsiones que acumuló en economía terminaron en el ajuste a medias de Massa y en la derrota electoral que dejó a la gente a merced de la motosierra. Los objetivos de su tarjeta TEG tampoco quedaron demasiado satisfechos: probablemente no vaya presa, pero las causas en su contra terminaron reabriéndose. Y tener razón no le sirvió de nada. CFK vio venir el fenómeno de Milei el año pasado, pero en lugar de trabajar para evitarlo se limitó a señalarlo con el dedo para que le digan qué bárbaro, mirá cómo la ve, jugada maestra, movió la reina. Entre tener razón y ganar, eligió lo primero.
Cristina se dedica ahora a hacer Tiktoks. Hablá mientras caminás, tipo West Wing, queda más orgánico le habrá dicho el chanta que le vendió la idea. En uno criticó la estanflación de la que habló Milei en el último tiempo, no comment. En otro, que se viralizó un poco más, se despide de los trabajadores del Senado y dice que no se va a ningún lado, un poco para pegarle a Alberto, porque va a estar “a dos cuadras”. Esperemos que no haga falta, más allá de que pudo acomodar las listas y dejó todo armado en el Congreso para que La Libertad no Avance. Tal vez haya un futuro político para ella, seguramente no como presidenta o vice, sí en algún lugar del peronismo que viene. Pero si la fantasía es que la vayan a buscar cuando estemos en Asamblea Legislativa, sólo para demostrar que tenía razón, para ese entonces ya vamos a estar todos cogidos y muertos.
Pegarle a Cristina en sí ya pasó de moda, es una disputa que sólo existe en la cabeza de soldados japoneses como Feinmann o Majul, que siguen reclamando que vaya presa quién sabe por qué causa, como si cambiara algo. Hay gente que sigue obsesionada con eso y probablemente hoy esté volviendo a reenviar por whatsapp esa falsa carta que le atribuyen a Jorge Asís. Pero la mayoría está viendo cómo va a hacer para sobrevivir al ajuste que se viene, después de cuatro años de un peronismo que los ayudó más bien poco. A esas personas, que van a enfrentar cuatro años durísimos, algunos que estaban ayer en la plaza de Milei aunque antes la votaban a ella, Cristina les hizo fuck you. Que se jodan. Le hubieran hecho caso, si lo importante es que ella tenía razón.
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