Domingo. En su décimo viaje al exterior, Javier Milei recibe de Jair Bolsonaro una medalla que lo distingue por ser inmortal, tener permanente capacidad eréctil y poseer el ano virgen. La Casa Rosada no aclara si la medalla le concede esos beneficios o si se la entregaron por tenerlos de antemano. Lunes. Sin la medalla a la vista, el presidente argentino renguea mientras arrea a los 18 gobernadores (de los 24 que se dejaron) a cagarse de frío en Tucumán para firmar un acuerdo, que en realidad es una rendición doble (de los gobernadores y del propio Milei) y que en definitiva nadie va a cumplir. En el proceso orinan sobre Mauricio Macri, que interrumpió sus vacaciones en Europa (es decir, su estado natural) para irse al culo del mundo y que al final no le den ni una silla. Martes. Victoria Villarruel se recupera en tiempo récord de la gripe que la tuvo postrada y le impidió viajar a Tucumán en la víspera. La vicepresidenta posa en el desfile del 9 de julio junto a Javier Milei, que se porta bien y por eso lo dejan jugar con los tanques y las tanquetas. Asoma a lo lejos una bandera que reza “los carapintadas tienen razón” y nadie la retira porque no queda claro si es a favor o en contra. “Dejamos atrás los desfiles de travestis comunistas y faloperos", tuitea un diputado bonaerense de La Libertad Avanza, mientras decenas de sus correligionarios preguntan por privado dónde queda ese “atrás”. Luis “Toto” Caputo se saca una selfie con Federico Sturzenegger y la sube a Twitter: “Seguiremos así de peleados trabajando para el país!”, reza el pie de la foto. Cientos de periodistas se la guardan para ilustrar la nota cuando Sturze reemplace al Toto en septiembre, a más tardar octubre. Miércoles. Santi Caputo y otros tuiteros despiden al secretario de Bioeconomía y rebautizan el cargo como Agricultura, Ganadería y Pesca, porque el nombre anterior era medio de trolo y además comunista. Manuel Adorni debate sobre “lo que es un pase” y anticipa que se está negociando un nuevo acuerdo con el FMI. Jueves. El FMI dice que no se está negociando un sorongo y que no van a tocar al funcionario del Fondo que quiere voltear Milei. Villarruel se pelea con el bloque libertario de diputados bonaerenses (no los que mencioné más arriba, sino otros que les prestó Sergio Massa) porque le votaron un proyecto a Axel Kicillof. Detienen a un concejal peronista de La Matanza por presuntos vínculos con el líder narco “Chaki Chan”, cuyo nombre justifica por sí solo la difusión de la noticia.
Viernes. Una familia tipo necesita $873.000 para no caer en la pobreza. La inflación de junio fue de 4,6%, un poco por arriba de la de mayo. Javier Milei cancherea en Twitter y festeja con un aterrizaje en Idaho, Estados Unidos, donde asiste a un “campamento para millonarios” de Sun Valley. Parece joda, pero es joda. Para estar a tono con la convocatoria, y como ya no puede subirse a vuelos comerciales, alquila un avión privado. Acumula 1 de cada 5 días de su gobierno viajando por el exterior, casi todos en destinos no-oficiales. El dólar blue roza los $1.500 y el Gobierno asegura una vez más que no va a devaluar y que tampoco se va a trasladar a precios. Sábado. Para no devaluar, Caputo inventa un nuevo pase de manos incomprensible. Consiste en quemar reservas del Banco Central (que no tiene) para bajar los dólares financieros (que no les preocupan) cada vez que hay una exportación (que tampoco hay). Donald Trump cabecea dos balas, las desvía, se saca un fotón y se convierte en el próximo presidente de Estados Unidos. Domingo. Argentina es bicampeón de américa. Ya de vuelta en su país (N. del E: Argentina), Javier Milei insiste en opacar ese triunfo con la aprobación de las SAD. Lunes. Los dólares paralelos empiezan a bajar pero sube el riesgo país y bajan los bonos, porque no va a quedar un dólar para pagarlos. Por las dudas, el oficialismo igual cancherea y critica a los medios. Como sobra plata y faltan problemas, el Gobierno disuelve la AFI pero inventa una Super SIDE, que en realidad van a ser cuatro (porque más de tres es paja), con sus respectivos logos inspirados en diseños de la Bond Street. Milei le regala el espionaje a Santi Caputo para que se divierta, y el asesor estrella convoca a figuras frescas y renovadoras como Juan Bautista “Tata” Yofre y Antonio Horacio “Jaime” Stiuso. “Si van a jugar sucio nosotros vamos a traer de nuevo a los Malos. Después no lloren”, había avisado a fines de mayo. Todo marcha acorde al plan.
A esta altura queda claro que Javier Milei es mucho mejor como político que como economista. Su inédita popularidad en las encuestas y la capacidad de haber ordenado el tablero político nacional a su favor lo confirman. Es más, es flojo como economista por su obsesión con las ideas libertarias que no aplica ningún país del mundo, ni su propio gobierno, y por su fijación en la Escuela Austríaca, que es como si un médico se especializara en homeopatía y constelaciones familiares. Pero ese es otro tema.
Que sea más hábil que la mayoría de los dirigentes argentinos de la actualidad no evita que caiga en los vicios de sus antecesores. En este siglo, todos los presidentes llegaron con la idea de refundar el país con sus valores y casi todos terminaron corriendo la coneja desde atrás, inventando martingalas para rascar unos dólares de donde sea, para tirar un mes o una semana más. Ese proceso se acelera cada vez más: Cristina Kirchner llegó a ese punto después de 5 años de gobierno, Mauricio Macri tardó 3 años, Alberto Fernández 18 meses y a Milei lo agarró antes de los 6. Hasta De la Rúa tuvo su pacto fiscal en julio con gobernadores y en diciembre ya estaba todo prendido fuego. No creo que los libertarios vayan por el mismo camino, pero sirve como advertencia. Así como todos los animales tienden a evolucionar en cangrejos, todos los presidentes corren riesgo de albertizarse.
A eso se suma la particular obsesión de Javier Milei de viajar por el mundo dando cátedra de libertarianismo y enumerando sus éxitos conjeturales. El presidente se autopostula para el Nóbel de Economía justo cuando las finanzas de la Argentina se complican (todavía más). A veces parece que no quiere ganar, sino haber ganado para contarlo. Viaja para hablar de libertad en países que están yendo para cualquier lado menos hacia más libertad. La democracia ya fue pero nadie quiere dejar de lucrar con la ilusión de que sigue vigente.
Montado en esos triunfos asintomáticos, La Libertad Avanza bombardea al PRO para debilitarlo antes de intentar absorberlo. Tiene sentido y es probable tenga éxito. Ya le comieron a sus votantes en las elecciones de 2023. Y lo harán de nuevo en 2025, si no la chocan antes. Pero golpear para conquistar no es lo mismo que convencer. Lo que se firma por la fuerza tiende a romperse en el largo plazo. Usar la coerción puede funcionar en el corto plazo, pero casi garantiza la traición cuando la cosa se dé vuelta. Ojalá vivamos lo suficiente para ver la vendetta del calabrés en todo su esplendor.
Javier Milei tal vez necesite al PRO antes de lo previsto si se profundiza la crisis económica. La jugada de quemar reservas para bajar la brecha es audaz y funciona en el corto plazo. Puede servir si ayuda a salir del cepo rápido y así evitar, con suerte, que se profundice la recesión. Sería un fracaso si la usan para estirar el cepo hasta 2025. ¿Cuál será? Caputo parece enamorado del cepo (otro invento argentino: liberales con restricciones cambiarias) porque evita las corridas que le provocaron ataques de pánico en 2018. Pero hay que salir. El problema es que, incluso si se reduce la brecha, salir del cepo seguramente implique devaluar. Y devaluar genera más inflación. Y el apoyo al gobierno libertario se explica en buena parte por la lucha contra la inflación. Es un problema. Milei y Caputo todavía necesitan un plan, un pase de magia, algo que cambie el escenario económico. Y los tiempos se acortan. Plata o mierda.
Mientras la economía se derrumba o nos remontamos a la estratósfera (¿O las dos al mismo tiempo?), una nueva realidad avanza. La está construyendo Santi Caputo. El asesor estrella de Javier Milei no ocupa un cargo formal (tiene contrato de profesional autónomo, que oh casualidad lo ubica fuera de la ley de ética pública) pero cada vez acumula más poder. Ya es el tercer hombre fuerte del Gobierno, después del presidente y su hermana. Nombra a los funcionarios que reemplazan a los que se van (y se van muchos: uno cada 4 días). Maneja el discurso presidencial. Monta los escenarios de los actos oficiales en base a sus fantasías de república romana. A veces sale bien, como el Pacto de Mayo en julio. A veces sale mal, como la conferencia fallida de su tío con el presidente del Banco Central para dar un anuncio vacío. De cualquier forma, siempre, Todo Marcha Acorde al Plan.
Es fascinante seguir a Santi Caputo en Twitter. Es como si López Rega se hubiera hecho streamer, casi con el mismo nivel de esoterismo. Desde su cuenta, Caputo cancherea a los que no la ven y promete que el que apuesta al dólar pierde. Escribe decálogos pretenciosos y cartelea con la compra de armas de fuego. Como todo en el universo libertario, no queda claro hasta qué punto es bait y qué es sincero. Pero Caputo fantaseaba en Twitter con ser espía y Milei le terminó regalando la SIDE. Que después le haya puesto los nombres y logos más tilingos del planeta es otro tema. Caputo nombró a Sergio Neiffert como director formal, pero en la práctica está bajo su control. La división de Ciberseguridad, además, le sirve para canalizar y financiar (pero sin blanquear, me explico) el manejo de los trolls oficialistas. Su bio dice “Worldbuilding”, es decir, “construcción de mundos”. Y la realidad de Casa Rosada cada vez se parece más a la imaginación de Caputo. Dicen las malas lenguas que agenda reuniones de madrugada y a oscuras en La Rural. Habladurías, diría Pagni.
La pregunta clave en todo esto es si la realidad que construye Santi Caputo puede chocar con la realidad real. Más con un presidente que a veces muestra una percepción propia de los hechos, por decirlo fino. Y eso que todavía no llegó a los niveles de estrés que llevan a los presidentes a ver peces saltando en ríos que no existen en la Quinta de Olivos. En la Unión Soviética de los ‘80, todos sabían que el sistema no funcionaba, pero se veían obligados a mantener la farsa, en parte por la represión y el miedo, en parte porque no imaginaban una alternativa. Con el paso del tiempo, esa farsa pasó a ser la realidad, en un proceso conocido como “hipernormalización”. La realidad seguía ahí, y un día se cayó el Muro. Pero esa es otra historia.
Vean Hypernormalisation, está gratis en Youtube y está muy buena. Se la recomiendo a todos, pero en especial a Santi Caputo, que le gusta lo ruso.