La hecatombe, la debacle total
Una serie de hechos bochornosos que involucraron a Macri, Milei, Massa, la falta de nafta y los Spidermanes del Mercosur.
Hay un chiste que hacemos los que nos creemos graciosos cuando vamos a terapia. Consiste en llegar, decir “No pasó nada, ¿no? ¿Cerramos acá?” y amagar con irse. El chiste funciona (si hay transferencia) porque pasaron cosas pero sobre todo porque lo que pasó no es lo que pasó. Y esta semana pasó de todo y además pasó de todo.
Algunas cosas que quedaron afuera del resumen del lunes pasado: en el búnker de Juntos por el Cambio se quisieron matar después de perder contra uno de los peores gobiernos del ‘83 para acá (si no el peor) y un loquito que hace dos años estaba paneleando por un sueño. Estaban tan ocupados en apuñalarse por la espalda entre ellos que ni tuvieron tiempo de felicitar a los ganadores.
Milei esperaba ganar en primera vuelta, subió al escenario golpeado e improvisó un discurso muy malo para intentar acercarse a los votantes que tiene que conquistar para el 19/11. El recorrido mediático que realizó en la semana mostró una campaña amateur que sólo estaba preparada para un resultado y ahora no sabe cómo seguir.
Massa demostró el profesionalismo de los equipos brasileños y catalanes que lo asesoran con un discurso bien armado, pero sobre todo con una gran puesta en escena: él solo, como casi toda la campaña, y después acompañado por Agustín Rossi y la familia de ambos. El plan es despegarse de este Gobierno y parece estar saliendo.
Fue una semana excelente para ser periodista, adicto a las redes sociales y/o incursionar en el consumo de alcaloides. En unos días los periodistas cobramos y se nos pasa. No quiero aburrirlos con la crónica de lo que pasó. Si están leyendo esto, seguro ya hayan consumido todo el paco noticioso físicamente posible en los últimos 7 días. Hubo sillazos, todo lo que ya saben, no hace falta entrar en detalle.
¿Pero qué pasó? Mauricio Macri y Patricia Bullrich van como polillas hacia donde creen que hay luz. El hecho de que terminarían aliados a Milei era tan evidente que este mismo newsletter lo había anunciado hace semanas (y otros lo vieron mucho antes).
Las crónicas dirán que hubo charlas de madrugada, encuestas improvisadas, reuniones a las apuradas y frases apócrifas de Antonia. Lo concreto es que en el PRO creen que Milei todavía puede ganar y huyen hacia adelante. Bullrich lo hace porque está en la fase declinante de su (larga y variada) carrera política. Macri porque ahora sí puede apoyar a su verdadero candidato, su golem ideológico. Y porque intuye, con fundamentos o no, que lo van a perseguir en la Justicia.
Después vino la debacle, la hecatombe total. Una serie de hechos bochornosos en los que se desmarcaron Larreta, Morales, Lousteau, Lilita Carrió, Sanz y hasta el quinto concejal suplente de Venado Tuerto que hubiera en el radicalismo. Hubo más sillazos y todavía están echándose en cara la interna a cielo abierto. Llegaron los apoyos y rechazos (verdaderos y maso) de las inmobiliarias, los psiquiatras, las swifties y los otakus. El resto fue demasiado lisérgico para enumerar.
Milei los recibe de brazos abiertos, apurado o no, a los tumbos, a cambio de la mitad de su eventual gabinete y de moderar su discurso, porque piensa lo mismo. Puede ganar con el apoyo de la oposición; o bueno, de Juntos por el Cambio; en realidad, del PRO; está bien, solo una parte del PRO. Lo hace además porque es una persona rota, bulleada de toda la vida, con déficit de cariño y una profunda necesidad de aceptación (gracias doctor Nelson Castro por este momento de diagnóstico a distancia, volvemos a estudios).
La matemática del balotaje
La Consultora Pyrex Analytica abre la calculadora de Windows XP y estima que 30+23 da más o menos 53. Listo, balotaje ganado para Milei con un 95% de intervalo de confianza.
Bueno, es más complejo. El balotaje es otra elección, aunque los candidatos sean los mismos. El voto no es lineal, miles de factores pueden incidir, la participación va a ser más baja que en la general, más cercana a las PASO. Y nadie elije al candidato A solo porque el candidato B lo dice, aunque uno lo haya votado antes.
No es necesario hacer algoritmos complejos para entender que si Milei logra convocar al voto opositor a este Gobierno, y debería, es el próximo presidente. A ojo, con conquistar la mitad del voto de Bullrich y parte del de Schiaretti (y que los otros electores, que no quieren a Milei pero menos quieren a Massa, se queden en su casa o voten en blanco), alcanza.
La Consultora Pyrex Analytica actualiza sus predicciones a un 88,13% de triunfo de Javier Milei, un 9,92% de triunfo de Sergio Massa, un 1,17% de probabilidades de que el país se va a remontar a la estratósfera y desde ahí elija hacia dónde ir y un 0,78% de que estemos viviendo en una simulación.
El dilema de Milei
La Libertad Avanza tiene un dilema clave en este momento: las cosas que le sirvieron en las PASO (y que no ayudaron demasiado en primera vuelta) son las que te bloquean el crecimiento en un balotaje.
La dolarización, la motosierra, los incels, los temas de La Renga, los tiktoks y las agresiones permanentes a tu competencia anduvieron bárbaro hasta el 14 de agosto (y dos semanas más, capaz, si la elección era a principios de septiembre Milei ganaba en primera vuelta). Ahora hace falta moderación, diálogo, abrazos incómodos con tu tía después de pelearte por los terrenos de la abuela en Navidad, apertura, elogiar a la izquierda, borrar tuits de hace dos semanas, bajar un cambio, dormir 8 horas corridas, salir a buscar fiscales, and so on and so on.
El problema de hacer campaña contra la casta es tener que pedirle ayuda a la casta para ganar. Y con un Milei moderado, Juntos por el Cambio (o el PRO) deja de ser su segunda marca. Javier pasa a ser parte del mar. Incluso, si se excede en la calma, puede ser otro viejo meado más. Cambiar la motosierra por, estem, los NONISEC reforzados.
O sea digamos que de todas formas Milei tampoco está dando demasiadas señales de que vaya a aflojar. Después de no dormir durante 72 horas corridas (acá no chequeamos datos, sólo damos impresiones), y con Macri y Bullrich yendo al pie, el economista no se moderó del todo. El PRO rechazó la dolarización y la venta de armas, pero él sólo hizo algunas aclaraciones tibias. Milei malgastó una semana de campaña, acaso la más importante de las 4 que le quedan, con mensajes erráticos y apariciones descuidadas en los medios. Incluso si gana el 19/11, quedará en los anales de la mala praxis de la comunicación política la entrevista con Esteban Trebucq en A24, donde pareció descolocado y casi colapsa ante el “barullo” de una protesta sindical. Incluso tuvieron que leer el Código Nacional Electoral y salir a medir a Villarruel por las dudas.
La campaña de La Libertad Avanza se está desbandando: diputados propios que se van porque rechazan el acuerdo con el PRO, cabos que siguen sueltos como Lilia Lemoine y la decepción de los viejos meados menemistas. Todos ellos siguen en su armado pero fueron desplazados por Sturzenegger y el equipo económico macrista, al que Milei tuvo que entregarles el Banco Central para que no lo rompa.
Milei tuvo el acierto de no dar más notas por un tiempo, reto de Macri mediante. Pero se dedicó a denunciar intervención china en las elecciones argentinas, sacarse fotos en estaciones de servicio, agitar un fraude inexistente y retuitear fake news contra el Gobierno. Esta última parte es clave porque anticipa que ya están copiando el manual del trumpismo y el bolsonarismo por si el balotaje sale mal: denunciar fraude para intentar movilizar a sus seguidores (este domingo hubo una marcha de 20 personas al Obelisco, que a su vez se cruzaron con la más exitosa Convención de Spidermanes del Mercosur). Quieren embarrar la legitimidad democrática, ¿me explico? Compran todas las derivas de la alt-right yanqui, algo que ya fue analizado por La Inca, entre otros.
Al final, Milei volvió este domingo, en apariencia después de una cura de sueño y bien medicado, para darle una entrevista sin gritos en el canal de Macri. Por las dudas le pusieron un machete en pantalla grande para que no diga nada de vender órganos y niños, y Majul empezó a autoresponderse cuando el entrevistado rozaba la banquina. El candidato no se privó por las dudas de atacar una vez más a Alfonsín y desplegó todo el discurso antikirchnerista (“ya somos Venezuela”) que tanto éxito le trajo a Patricia Bullrich.
Sergio Massa leyó eso de Sun-Tzu de que si el rival se está equivocando no hay que interrumpirlo y casi no apareció esta semana. Después del discurso del domingo, siguió con esa innovación de campaña de hablar desde una ventanilla de auto, como que está demasiado ocupado salvando al país para dedicarse a responder dos preguntas de un notero amigo. En un mal día esa imagen te puede hermanar con un remisero como Alberto Fernández, pero hasta ahora viene funcionando bárbaro.
Massa se limitó a juntarse con gobernadores, inaugurar dos o tres cosas con bajo perfil y contestar, siempre desde una ventanilla, por el tema de la falta de nafta. Una buena semana de campaña, que no se repetirá en las otras tres que quedan, en parte porque el desabastecimiento (de combustible, medicamentos, insumos médicos y cualquier cosa que tenga precio atrasado) está empezando a hacer mella. Los faltantes tocan una fibra sensible en el alma del argentino, que tolera muchas cosas siempre y cuando lo dejen consumir.
El ministro de Economía ganó mucho el domingo pasado y tuvo un resultado mejor al esperado. Pero le quedan tres semanas cuesta arriba. Necesita que ninguno de los cristinistas y otros piantavotos que estaban cuidando la abeja estos dos meses salga a festejar y dar declaraciones (este domingo ya se le escapó el propio Alberto). Tiene que arreglar el tema de la nafta, rezar para que no falte carne y rogarle a los gobernadores e intendentes que salgan a laburar la elección como si ellos todavía se jugaran algo. Precisa además que Boca gane la final de la Libertadores pero que no haya disturbios, que la marcha del orgullo de ese mismo día salga bien y que el dólar no se dispare de nuevo en las 21 rondas cambiarias que quedan. Casi nada.
Se vienen tres de las semanas más divertidas y caóticas de la historia argentina. Todo puede y va a pasar, y se define recién al final. Como decía Tato, parece un chiste si no fuera una joda grande como una casa.
Posdata
Gracias como siempre por leer. Si se ríen, están legalmente obligados a contarme. Fue una semana caótica, obvio, pero sobrevivimos y yo ya hice, también, mi propia cura de sueño. Recomiendo la Terapia de Vladimir. No, no googleen. Sí, es un chiste.
Si no se agotaron de tanto leer, les recomiendo la columna de Diego Genoud en LPO, siempre de lectura obligatoria. Casi que es el mejor resumen de lo que fue esta semana.
También recomiendo el excelente Menem y el neoliberalismo argentino en el substack de Alejandro Galliano. Menem hubo uno solo y es inabarcable; seguramente le robe cite mucho este texto cuando escriba sobre el tema.
Algunos que se suscribieron esta semana clickearon la opción de pagar, pero todavía no habilité nada de eso en este newsletter. Si les interesa darme plata, me avisan y les explico cómo.
Cuidensé y, como decíamos en los ‘90, guarda que hay mucho garca dando vuelta.