Carta abierta a mis amigos millenials y centennials para 2024
Pero ¿guiensó, mamito, guiensó?
Tenemos que hablar. El pan dulce todavía está oblicuo a la altura del esófago, pero el año ya empezó y va a ser difícil. De hecho, la mala noticia es que 2024 va a ser el año más duro para los que tenemos menos de 40. La buena noticia es que sólo va a ser el año más duro hasta ahora. La perspectiva es importante.
Antes de empezar vamos a aclarar que las generaciones no existen, son sólo una categoría de marketing que inventaron los yanquis hace 60 años. Antes no existía el concepto de “adolescencia” (en términos de consumo) y de alguna forma había que llamar a los baby boomers que ya no eran niños pero todavía no eran adultos. En fin. Tomamos como millenials a los que nacieron entre principios de los ‘80 (¿83? ¿84?) y mediados de los ‘90 (digamos 94). Centennials son los que van desde ahí hasta el ¿2010?. Si estás en esos rangos, esta carta es para vos. Los que nacieron después tienen legalmente prohibido leer esto y a los que tienen más de 40 no puedo darles consejos de nada. En realidad no debería aconsejar a nadie, no dejen que les enseñe a vivir un periodista, mucho menos un terciario incompleto con humedad en las paredes.
De paso, todos los consejos son también para el autor.
Ahí vamos:
Para los millenials, la crisis de este año (la que arrastrábamos de antes y la que se está incubando) es la primera que nos agarra como completos adultos. Alguno capaz ya laburaba en 2001-2002, pero no es lo mismo. Eso quiere decir que tenemos más herramientas, sí, pero también más responsabilidades. Hay que hacerse cargo y empujar.
Bastante estiramos la adolescencia y postadolescencia en las primeras dos décadas del Siglo XXI gracias al paradigma cultural de la eterna juventud y las bajas tasas de interés globales. No hay que arrepentirse de nada pero ya estaríamos, pasemos a otra cosa.
La nostalgia es una trampa. Ofrece un confort temporal a cambio de regalar el futuro. Sobran ejemplos en la ficción de este problema, desde el mito de Orfeo y Eurídice hasta el capítulo de American Dad del perro zombie. No hay ningún lugar a donde volver.
Cuiden el cuerpo y la salud, en lo posible. Las prepagas van a ser impagables, las obras sociales deficitarias y la salud pública colapsada.
Hagan ejercicio, también, siempre que se pueda. Los gimnasios también van a estar caros, como todo, pero siempre es buen momento para redescubrir el arte dosmilunero de caminar cuando no se puede pagar el bondi. Andar en bici también funciona, y hoy es mucho más cómodo que hace 20 años.
No hace falta ser un asceta, pero capaz es un año para reducir o eliminar el consumo de alcohol y estupefacientes light ante la angustia, la ansiedad o la simple existencia diaria. Hay que ahorrar. Y recuerden a Louis CK, que nunca se droga, así cuando se droga es más divertido.
El problema de la vivienda siempre fue un drama en Argentina. Hubo medio siglo en el que existió el crédito hipotecario, sí, pero igual era difícil. ¿O piensan que Ricardo de Okupas, que era de clase media tirando a alta, vivía con la abuela porque le gustaba? No hay consejo acá, el DNU habilita el derecho de pernada, solo queda la paciencia y la buena voluntad.
Es un buen momento para reconciliarse con la familia. El perdón es una gran institución de los dos lados del mostrador.
La religión o cualquier creencia en lo ulterior también puede ayudar, pero no caigan en falopeadas como las constelaciones familiares.
Si leyeron los consejos anteriores y se endeudaron en pesos, ahora hay que pagar. Nunca paguen el mínimo de la tarjeta, eso es mucho muy importante.
Las redes sociales también son una trampa. Lejos del tecnooptimismo de la primera década del Siglo XX, hoy son el teatro de operaciones de la guerra psicológica que, entre otras cosas, derivó en la presidencia de Javier Milei. Chernobyl va a ser un lugar menos tóxico que Twitter en estos meses. No caigan en el bait, no miren a los monstruos, no la vean. Si sienten que la emocionalidad negativa los supera (ese es el objetivo), cierren. Hay más cosas afuera.
Hablando de afuera, la calle va a estar dura y violenta. El Gobierno necesita un enemigo y quiere dar su show de crueldad como forma de aleccionamiento. Si marchan, vayan acompañados, recuerden las precauciones básicas (Argentina tiene una larga tradición al respecto) y no caigan en provocaciones. La cana va a estar sin correa, no le den el gusto.
Mantengan terapia si lo necesitan, pero tampoco tengan miedo de buscar otra cosa si ven que lo que hacen no se ajusta a sus objetivos.
Hablando de eso, los objetivos de año nuevo están bien, pero este año capaz es mejor plantearse sobrevivir y el resto es ganancia. La frustración es la diferencia entre expectativa y realidad. Como dice el proverbio, si querés hacer reír a Dios, contale tus planes. Hace 365 días Larreta se preparaba para ser presidente.
Para los centennials que todavía están leyendo esto, aplican todos los consejos anteriores y los que siguen. De paso, hay un balance delicado entre no hacerle caso a cualquier +30 que les quiera enseñar a vivir y creer que inventaron el agua tibia. Búsquenlo. Valoren más, de paso, a sus abuelos que a los de mi generación.
No sean crueles. Si de algo se van a arrepentir con el tiempo es de la crueldad gratuita que hayan ejercido en el pasado.
Lean el punto 6 y piensen que además de eso su generación ya tiene un problema con la ludopatía. No caigan en la tentación, menos en época de crisis.
¿Vieron esos videos viejos de los castings tipo Popstars de fines de los ‘90 y principios de los 2000s? ¿Vieron que los youtubers se ríen de los pibes que en ese momento tenían 19 y parecían de 40? Bueno, en estos años van a aprender por qué. Aprovechen los avances de la ciencia, cuídense, tomen agua, usen protector solar.
Si estudian, sigan. Nuestra generación también pensó que la educación iba a ser siempre gratis. Perdón, “de libre acceso solventado con el tributo de los contribuyentes”. Métanle.
Desconfíen del mandato generacional de que todo es guita. Laburen, hagan guita, es importante, pero no crean que es todo.
Viajen si pueden, pero tampoco es la panacea. Los momentos que van a recordar son cuando te pegue el viento en la cara y haya cierta velocidad y alguna idea falsa de inmortalidad, pero eso puede ser en Japón o en una esquina de Boedo.
Cuídense. Si sobrevivimos, nos vemos el año que viene acá, y pueden putearme o agradecerme según corresponda.