Un conejo invisible en una galera de vidrio
Se queda sin nafta la Totocaputoneta, pero hay que esperar
“Todo el mundo tiene un plan hasta que le pegan en la boca”.
Mike Tyson
Junio fue un buen mes para Javier Milei. Su gobierno logró la aprobación de la Ley Bases en el Senado, una victoria que consolidó tres objetivos: obtener la primera ley en seis meses de mandato, profundizar internas de los dos frentes “opositores” y consolidar su modelo de show represivo ante la protesta. Esa es la buena noticia (para ellos). Pero en el mismo periodo, y en solo 17 días hábiles, el dólar blue pasó de unos 1.200 pesos a más de $1.365, con el MEP y el CCL apenas por abajo de esa cifra. No, pará, en julio se fue a $1.405. Ah, no, ya está $1.420. Bueno. Cerró en $1.430. En fin. El riesgo país superó los 1.500 (y rozó los 1.600 a principios de mes). Y el Banco Central dejó de comprar dólares y vendió unos 84 millones, justo en el trimestre fuerte de liquidaciones del agro. O sea, digamos, una no tan buena noticia. Luis “Toto” Caputo negó tres veces una devaluación y el propio Milei, autocandidato al Nobel de Economía, tuvo que salir a reforzar la idea. Con la Ley Bases aprobada, el presidente prometió una “fase 2” de su programa, con “cambio de régimen monetario”, basada en “emisión cero”, ponele. Y, en el último día hábil del mes, Caputo anunció una conferencia de prensa: todos esperaban que anunciara el fin del cepo, o un principio de acuerdo con el FMI, o la baja del impuesto país que prometieron cuando se aprobara la Ley Bases, o algo. Al final aparecieron Caputo y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, con un micrófono comprado en Aliexpress que sonaba como huevo frito mientras ellos informaban que perfecto, no había pizza. El impuesto país bajará en septiembre, con suerte, el acuerdo con el FMI todavía se está negociando y del cepo vamos a salir algún día, pero primero dunga dunga. Acto seguido, Bausili empezó a explicar el tema de bajar la emisión y pasar la deuda del BCRA al Tesoro, pero ahí hasta TN y LN+ fueron a un corte y los Lobos del Merval cerraron Balanz o la app que sea que usen para el treidin y abrieron 1xBet, que es lo mismo. Aparte la goleada de Brasil a Paraguay estaba más cantada que Ai se eu te pego.
¿Cómo llegamos hasta acá? Milei hizo campaña montado sobre el fracaso económico de los últimos 12 (16) años. A caballo del desastre inflacionario lanzó la promesa de la dolarización, una idea genial para la campaña pero casi imposible de aplicar en la práctica, como ya explicamos acá. La amenaza dolarizadora funcionó perfecto: impulsó una corrida que duplicó el dólar blue y la inflación entre agosto y diciembre, y le allanó el camino para ganar las elecciones. Pero cuando llegó a la Casa Rosada, Milei aplicó un programa muy distinto a lo que había prometido en campaña.
Simplifiquemos mucho y recordemos que el que escribe es un terciario incompleto sin cuenta comitente de la Comuna 3. Junto a Caputo y Bausili, Milei hizo un apretón monetario que apuntaba a sacar todos los pesos posibles de la calle para evitar que esos pesos corrieran al dólar y que se dispare el tipo de cambio y por ende la inflación. O sea, digamos, el programa de Milei buscó esquivar las consecuencias de las promesas de campaña de Milei. Esta es la etapa de “Motosierra + Licuadora”, con tasa de interés menor a la inflación, caída de jubilaciones y salarios, pérdida de ahorros, bicicleteo de pagos, dejar que los precios atrasados se acomoden, etcétera. Al mismo tiempo, se apuntó a sanear la deuda del Banco Central, que Massa dejó con reservas negativas. No hay valoración moral en este análisis, ordenar la macro era necesario, urgente y difícil; podemos discutir los métodos en el largo plazo cuando estemos todos muertos, que a este ritmo será a corto plazo. El cepo jugó un rol clave en todo esto: sin poder comprar dólares (legales), los pesos no tenían a dónde huir. Algún día habría que levantarlo, pero mientras tanto necesitaban mantenerlo.
En el segundo trimestre, el Gobierno empezó a notar que algunos precios atrasados quedaron en offside, que el poder adquisitivo se estaba destruyendo de la mano de la recesión y que caía la popularidad de Milei, único sustento real para un oficialismo sin gobernadores, casi sin intendentes y en minoría legislativa. En este momento se enfocan en la baja de la inflación, en las paritarias y en otras medidas para aumentar los ingresos (de los que todavía tenían ingresos). Acá aparecen las medidas heterodoxas, keynesianas o directamente socialistas como ordenar a las prepagas que suspendan los aumentos. Y estaba bien, a ver, me explico, no era el plan original, pero cuanto antes se terminara la inflación, más rápido iba a “rebotar” la economía.
Mientras Milei viajaba por el mundo para recibir el premio Adam Smith de cartapesta, los esfuerzos del Gobierno apuntaban a aprobar lo que quedaba de la Ley Bases, cuidar que el presidente no detonara esas negociaciones con un tuit, rezar para que llegue la liquidación del agro, arrodillarse para que se renueve el swap con China e implorar que el FMI largue un cobre. Milei seguía prometiendo dolarizar sin dólares, de forma “endógena”, es decir con los ahorros (¿los qué?) de cada argentino, y aseguraba que no iba a devaluar. Pero cuando empezó el invierno todo el mundo hizo una cuenta simple: desde diciembre la inflación había sido de un 70% mientras el dólar oficial, que a fines del año pasado era competitivo, sólo había crecido un 15%. En el medio el campo dejó de vender la cosecha porque el precio no le convencía, hubo que gastar miles de millones dólares para importar gas (que podrían haberse ahorrado si no suspendían toda la obra pública) y la licuación fue perdiendo fuerza (los jubilados nunca recuperaron la inflación de diciembre, pero después dejaron de perder). El cepo seguía en pie, la tasa de interés real volvía a bajar y se mantenía negativa (eso que hace que las ganancias de Mercadopago ya no alcancen para pagar un boleto de bondi) y los bonos y las acciones ya no tenían margen para seguir creciendo. “¡Qué barato está el dólar!”, exclamó el inconsciente colectivo argentino, mientras los que todavía tienen aguinaldo se volcaban al unísono a los cueveros de Whatsapp. Viva la libertad, o algo así.
Sin dólares no hay paraíso. El Gobierno salió a buscar afuera la que no entró por la cosecha. De China sólo mandaron piedad para renovar el swap, y todavía no sabemos a qué precio. Los dólares del RIGI y el blanqueo van a empezar a llegar en unos meses y tal vez en cuentagotas. Estados Unidos tiene problemas más importantes como la competencia electoral entre un viejo gagá y un viejo corrupto, aunque el establishment que va a gobernar el año que viene sea el mismo. Nadie más en el mundo quiere poner un cobre. La única opción es el FMI, y su apoyo depende de los votos de EEUU y de varios de los países con los que Milei se peleó en los últimos meses. El Fondo quiere ayudar, sólo si Argentina aplica un programa más “normal”: tengan un tipo de cambio competitivo (es decir, devalúen), suban la tasa de interés y basta de joder con la dolarización (proponen una “competencia de monedas” light). Pero subir la tasa de interés aumenta la recesión y devaluar genera más inflación. Es decir, muerte Y dunga dunga. Como si fuera poco, el Gobierno abrió un frente para correr de esa negociación a Rodrigo Valdés, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI. Caputo lo culpa por las demoras en un nuevo acuerdo y Milei directamente lo tilda de comunista. Pero sacarlo del medio no garantiza que llegue plata.
El tiempo les corre en contra. Incluso con viento a favor, el superávit fiscal puede terminarse pronto por la recesión. La inflación puede volver a subir por los aumentos de tarifas o puede mantenerse alrededor de 4% mensual durante mucho tiempo. No es un tema menor: la popularidad de Milei se sostiene sobre todo en que hasta ahora “cumplió” la promesa de “bajar” la inflación. Y el programa no se sostiene si pretenden estirar el cepo hasta fin de año, o el año que viene. Algo hay que hacer.
Plan B o un pase de magia
La reacción de esta semana muestra a un Gobierno desorientado, perdido, por primera vez en siete meses. El oficialismo quiere instalar que la corrida de los últimos días es sólo un poco de “volatilidad” por una toma de ganancias “excesiva”. Salen de reunirse con los bancos (a los que empoman con el cambio de manos de la deuda) y dicen que el encuentro fue “espectacular” mientras que los banqueros dicen lo contrario. No alcanzan los fuegos de artificio, los proyectos falopa como la Ley Conan o el voto a los 13 años, ni el caso Loan, ni los trolls de Twitter, para tapar lo evidente. Si hay plan B, lo disimulan bastante.
El capitalismo en Argentina no funciona si no hay una idea clara y un líder que la imponga, como decíamos acá. La idea parece ser hoy esperar al año que viene y rezar. Y el líder se la pasa boludeando por el mundo, como si fuera Menem en el 96 y ya hubiera arreglado todo, cuando en el mejor de los casos todavía es el Menem del 90, antes de la convertibilidad. Es escucharlo o leerlo a Milei en las últimas semanas y agarrarse la billetera por las dudas. Cuando los mercados le piden a Caputo una hoja de ruta, una idea, una fecha tentativa para levantar el Cepo, la respuesta es “emisión cero”, algo que no alcanzó en 2018 y no va a alcanzar ahora. Y no es culpa de Caputo: es un buen secretario de Finanzas, cualquier gobierno quisiera tenerlo, es el Messi de revolear bonos para patear quilombos para adelante, pero no es un ministro de Economía. Ese lugar lo ocupa, de alguna forma, el propio Milei, pero al mismo tiempo se desentiende del tema mientras mantiene un “Consejo de Asesores”, sin Toto, que opina pero no ejecuta. Nadie se ocupa de la industria, el agro, la producción, el empleo mucho menos de la obra pública, porque no les interesa. Además de todos los problemas que enfrenta, Caputo tiene que pelear la interna con Federico Sturzenegger que quiere meterse en el Gabinete y comerle funciones. Que todavía no haya asumido en el supuesto cargo que iban a crearle sólo se explica si uno piensa que Milei lo mantiene en el banco de suplentes por si a Toto le estalla todo. Así no se puede.
En este punto no alcanza con subir dos puntos la tasa o mejorar dos décimas la derivada de la curva de tu hermana. Hace falta un plan B, un pase de magia, una idea que cambie el escenario. Y eso es política. Necesitás una solución técnica, pero en definitiva es política. Milei tiene que mostrar el truco y explicarlo, sacar el conejo de la galera mientras mezcla las cartas y adivina el número que estás pensando. La convertibilidad fue uno de esos pases de magia que funcionó (sus consecuencias son otro tema). El acuerdo con el FMI de 2018 también cambió las expectativas, fue un golpe de efecto, aunque pronto descubrimos que el conejo estaba muerto. Caputo tiene que hacer algo así. Pero hasta ahora sólo sacó un conejo invisible de una galera de vidrio. Y todos se dieron cuenta.