El chiste es tan conocido que no hace falta explicarlo. Por suerte. Alacrán lo cuenta bárbaro, pero el video en Youtube no tiene audio, supongo que Dunga habrá reclamado los derechos. El punto es que de acá a diciembre, como mucho marzo, nos vamos a poner una piña tremenda. Si tenemos suerte, nos toca un Rodrigazo (centennials: pregúntenle al abuelo) con recesión. Si no tenemos suerte, además se viene una hiperinflación (millenials: hablen con sus viejos). Muerte, pero primero Dunga Dunga.
No soy un simple periodista vendiendo que todo se va a ir a la mierda para rascar clics. O sea, digamos, sí, también, pero no es solo eso. Todo esto está estudiado y calculado con método científico, en base a millones de inputs y data points infalibles como leer las noticias todos los días, saber sumar 2+2 (y en un buen día, capaz multiplicar), experiencia, comprensión histórica, pánico, diarrea ocasional y la profunda depresión provocada por ver a un boludo precalentando en una cancha de fútbol 5 de Villa Crespo al canto de “la casta tiene miedo”. Ustedes confíen. Si pifio, es todo ganancia.
El panorama a hoy, 25 de septiembre de 2023 (pasado mañana ya no sirve), es el siguiente: hay un 46,71% de probabilidades de un balotaje entre Massa y Milei, un 21,83% de un triunfo de Milei en primera vuelta, un 11,54% de una segunda vuelta entre Milei y Bullrich, y un 5,76% de una disputa Bullrich - Massa. El resto se divide en un 4,34% de revolución del proletariado, un 3,18% de la llegada de un meteorito que nos borre de la faz de la tierra, un 2,97% de que el Conicet descubra la fusión en frío, un 2,13 de margen de error y un 1,54% de que Randazzo tenga razón.
A los fines prácticos vamos a enfocarnos en las dos primeras posibilidades. Es decir, la gran, catastrófica pero ineluctable, chance que tiene Milei de ser presidente por una vía o por otra; y la ínfima, lamentable pero esperanzadora, de ribetes dibumartinescos en el minuto 123, probabilidad de que gane Massa.
Todo puede pasar en este menos de un mes para la general y en estas 7 semanas para el balotaje. Pero el ciclo parece a favor de Milei: a medida que la economía se deteriora, el libertario crece en las encuestas; a medida de que el libertario crece en las encuestas, la economía empeora; y cuando la economía empeora, además, la economía empeora. Massa logró montar su cadena de esquemas ponzis para más o menos sostener lo poco que queda mientras todo se degrada lento, pero nada garantiza que no vaya a explotar en estos dos meses. Si hay una corrida en ese lapso, Massa pierde y capaz ni llega al balotaje. Si hay algo peor, perdemos todos. Incluso si los gobernadores ahora sí juegan para él, si se mete un poco de fraude permitido (la cosa sana), si llega a noviembre y arma el famoso frente antifascista (que a mi juicio restaría más de lo que suma), la probabilidad de que Massa sea el próximo presidente es de un dígito, con suerte.
Gane quien gane va a heredar un sorete a punto de explotar. Asistimos al fin del ciclo largo (digamos, 12 años) de no ajustar para que el garrón se lo coma el que viene. Ya no hay stock para liquidar, índice para quemar ni milagro al que apelar. Llegamos al final de la ley de Dornbusch: las crisis primero tardan mucho y después se desatan de golpe. Bueno, estamos en la parte del golpe.
Insisto, no soy economista, vayan a ver los vivos de Maxi Montenegro (que son muy buenos) si buscan a alguien que sepa de economía para entender los fundamentals. O lean a Lucas Llach en Twitter, que está equivocado pero por lo menos tiene título. Milei tiene una ristra de economistas atrás que creen en magia, y dos o tres que entienden pero lo disimulan. De última está Melconian: hay que dejarse de joder, fideos con tuco, zapatería de Valentín Alsina y todo eso. El punto es que la dolarización que propone Milei, si es que realmente quiere aplicarla, es imposible de hacer (y si pudieras hacerla, no la necesitarías). Los 15 puntos de PBI que promete recortar no existen. La guita que dice que le van a prestar si gana, mucho menos.
Hay dos o tres planes que pueden llegar a funcionar y ninguno es dolarizar. Hay que acomodar precios relativos con la mitad de los ítems atrasados (dólar, sueldos y tarifas) en el medio de una inflación de 180% anual. Hay que recortar el gasto realmente pasible de ser recortado (4 puntos) sin que caigamos en una favelización del AMBA. Hay que pagar los sueldos y los aguinaldos, frenar la emisión y defoltiar las leliq, todo junto y sin provocar una megacorrida. Faltan 20 mil millones de dólares (y hay que rezar que llueva lo suficiente, cosa que todavía no pasó) y hay que pedalear al FMI todo lo que se pueda. Y hay que hacerlo acordando con gobernadores, sindicatos, empresas, movimientos sociales, barrabravas, coleccionistas de envoltorios de alfajores, Comodoro Py, los terroristas de Ciudad del Este y la Corte Suprema. Casi nada.
Una eventual victoria de Sergio Massa con suerte daría una oportunidad de alinear esos planetas y salir de la crisis. Pero es una sola, y muy difícil. Si gana Milei, tendríamos que entregarnos al esoterismo y la nigromancia para determinar si de verdad está loco o si solo actúa de loco para la campaña. Si es lo primero, la probabilidad de realizar un ajuste exitoso tienden a cero. Si es lo segundo, la chance es de todas formas ínfima. Menem hubo uno solo y se culiaba las liebres al trote. Milei tiene además la potestad de provocar una corrida y sus consecuencias: si entre la primera y la segunda vuelta aparece como probable ganador y anticipa, por caso, un Plan Bonex (no le pregunten a nadie, mejor), se va todo antes de tiempo. Ahí habría un indicio de que está loco, pero sería tarde para saberlo.
En resumen, las chances de que en diciembre tengamos un presidente más o menos racional son pocas. La probabilidad de que ese presidente tenga un buen plan es diminuta. Y la posibilidad de que ese plan funcione en el primer tiro y evite la hiperinflación es ínfima. Muerte, pero primero Dunga Dunga.
Los ciclos de la esperanza son traumaticos...