No sos gordo, sos pobre (por ahora)
(Nota del editor: el título no implica que vayas a dejar de ser pobre. Ante la duda, consulte a su médico. Prohibida su venta a menores de 18 años)
Esta semana, Peor es laburar se toma un descanso de la actualidad para compartir un artículo de la sección Salud/Sociedad que escribí para las hermanas de Vayaina Mag. Ustedes dirán que es la peor semana para tomarse un descanso de la actualidad y tal vez tengan razón, pero viste cómo es esto, entendeme vos a mí papito, yo estoy laburando. No obstante, este newsletter sigue atentamente los acontecimientos nacionales y globales, y volverá a la programación habitual la semana próxima.
Maslatón lo hizo de nuevo. El super forista nacional, célebre tuitero y residente de streamings llevaba meses mostrando en sus redes un sorprendente descenso de peso. Aseguraba que no estaba tomando la sustancia de moda para adelgazar, Ozempic, y prometía revelar el secreto cuando bajara a menos de 100 kilos, es decir, “a 0,1 toneladas”. Llegó el día y Maslatón contó todo el proceso en un extenso posteo que narraba sus oscilaciones metabólicas vinculadas a los restaurantes porteños de moda y a los movimientos bursátiles globales de los ‘90 en adelante. ¿Pero cómo había bajado unos 32 kilos en seis meses? El secreto era Tirzepatida o Retatrutida, dos drogas similares a la Semaglutida —Ozempic— y que el laboratorio estadounidense Ely Lilly está probando en nuestro país. Lo mismo, pero distinto.
Participo en el mismo estudio clínico en el que está Carlos Maslatón y desde diciembre bajé 20 kilos (0,02 toneladas). No tuve ningún problema de salud físico ni mental nuevo desde entonces. Tampoco tuve nauseas, mareos, vómitos, ni ninguno de los problemas que reportó Julieta Acosta en su nota de Vayaina Mag del año pasado. No discuto su relato, desde ya, solo digo que yo no tuve problemas. Mi estado físico y general mejoró en casi todos los aspectos posibles y espero que el experimento me ayude a bajar la 0,025 tonelada restante en los próximos meses. Por ahora es todo ganancia.
El estudio consiste en un doble ciego entre una droga ya probada, la Tirzepatida, que en Estados Unidos se vende como Mounjaro —si les suena, es porque la usa Elon Musk—, y otra menos conocida, pero que ya ha mostrado resultados, que es la Retatrutida. No hay placebo: Maslatón y yo no sabemos qué nos estamos inyectando, pero sabemos que es alguna de esas dos drogas. Esto no es agua, papi. El estudio no es remunerado, no se cobra por la medicación ni se paga al usuario en forma alguna para participar de él o publicitar la medicación. Hay exámenes y controles completos antes, durante y después del estudio. Todos los meses se consulta a un médico clínico, a un nutricionista y un entrenador. Después, cada uno hace lo que quiere y puede con su alimentación y ejercicio.
¿Cómo funciona la medicación? No tengo idea, pregúntenle a un periodista científico, o googleen, hay algo de unos agonistas de los receptores GLP-1 y la insulina, qué sé yo. En la práctica, te dan una inyección en formato lapicera que te aplicás en el abdomen sin problemas. No duele y es casi imperceptible. ¿Cómo se siente? En general la gente reporta que experimenta una sensación de saciedad que la lleva a comer menos, lo que ayuda con el déficit calórico necesario para bajar de peso. No puedo hablar por todo el mundo, pero yo además encontré otra cosa. Sentí que la pulsión, esa vocecita interior que te dice todo el tiempo “comé, comé, comé” se achicaba hasta casi apagarse. Capaz vos no tenés esa vocecita y te envidio, pero el que tiene ese problema me va a entender.
El problema de la obesidad es global y evolutivo. El homo sapiens sapiens nace en un mundo de alimentos escasos, y su cerebro recompensa el consumo de comidas altas en calorías (sales, azúcares, grasas) para la supervivencia. Pasaron unos 200.000 años y en los últimos 200 la industrialización de los alimentos eliminó la escasez. El hambre existe todavía, pero es un problema político, no técnico: se producen alimentos para todo el mundo, pero mal distribuidos. Hoy la obesidad es incluso más prevalente que el hambre: 1 de cada 11 personas en el mundo sufre la falta de alimentos, pero 1 de cada 8 tiene obesidad. Si se consideran los riesgos asociados al exceso de peso en el largo plazo, la obesidad probablemente sea el mayor problema de salud que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. Y ahora tiene solución.
Seguro hay preguntas y objeciones. Ya las veo venir. “¿Por qué no hacés otra cosa? ¿No probaste hacer dieta?” Visito nutricionistas desde los 8 años. En 30 años probé dietas normales, macrobióticas, homeopáticas y cetogénicas de 600 calorías diarias que te dejan al borde del desmayo si tenés que correr un colectivo. Asistí a grupos basados en el maltrato psicológico, con la esperanza de que la culpa te haga cerrar la boca, y tomé anfetaminas recetadas por un falso homeópata estilo Rímolo por un año y medio. Fui a psicólogos y psiquiatras. Bajé mucho, poco, nada, reboté mucho también, me deprimí. Creo que sólo me faltó la bariátrica. En todos los intentos, nunca nada apagó esa vocecita que tarde o temprano me decía que vuelva a comer. Hasta ahora.
“Entonces cuando termines de inyectarte vas a volver a engordar”. No sé, puede ser, espero que no. El tratamiento apunta a crear hábitos saludables para mantener el peso después, pero nada es garantía de nada. “Te estás arruinando la salud”. No creo, los posibles riesgos asociados al tratamiento son bajos y están detallados en el consentimiento que firmé. En cualquier caso, mirando las estadísticas, elijo las chances de tener algún cáncer raro a los 70 antes que las de morir infartado por obeso a los 50.
“Pero estás haciendo trampa”. ¿Qué importa? Durante décadas, el discurso reprobatorio sobre la obesidad se enfocó en que las personas gordas eran débiles, que solo necesitaban disciplina, que con dieta y ejercicio alcanzaba. En la mirada judeocristiana, el gordo tiene que sufrir para purgar el pecado de la gula que los normales no tienen —o comparten, pero mejor disimulado. Hacer otra cosa es hacer trampa. Hay que someterse, como en los programas de 12 pasos. O como los traders criptobros que te mandan a hacer burpees antes de revelar el secreto para convertirte en millonario. Masivo, bro.
La supuesta falta de voluntad o disciplina es una falacia que se refuta fácil si se considera que más de un tercio del planeta tiene sobrepeso. No es un problema individual sino social y global. Por distintas razones, a muchas personas la disciplina y la voluntad no les alcanzan para bajar de peso. La dieta y el ejercicio por sí solos tampoco. Las drogas como Ozempic y Tirzepatide no reemplazan nada de eso. Igual tenés que hacer el laburo, planificar las comidas, mover el orto, como dice Britney. Las nuevas drogas solo ayudan con el hambre y la pulsión, le bajan el volumen a la vocecita.
“Es un invento para chetos y famosos de Hollywood, una solución para ricos, que no sirve en la vida real y sólo deberían estar consumiendo los diabéticos”. Puede ser. Estas drogas todavía son caras y en algunos lugares son difíciles de conseguir. Sí, incluso hubo faltantes para diabéticos el año pasado. Pero ya hay una versión argentina de Semaglutida —la droga de Ozempic— que se consigue en farmacias a entre 80 y 160 dólares la dosis mensual. La fabrica Elea, de Hugo Sigman, que también financia buena parte de la industria audiovisual local. No sería raro ver, en un futuro cercano, a un Darío Barassi (ponele) chutándose para adelgazar como plot twist de una serie costumbrista local.
Con el paso de los años, el vencimiento de las patentes dará paso a una ola de genéricos baratos. La dosis mensual de este tipo de drogas podría llegar a costar unos 5 dólares. Entonces sí, el Ozempic será una solución global para un problema universal. Mientras tanto, no sos gordo, solo sos pobre. Por ahora.
Me escribe en 2078. Por favor. Mismo mail ( si existe). Éxitos con su paso a la inmortalidad. La padecí. No se la deseo a nadie ( menos a un flaco como usted).
Maslaton. Qué adorable ese pifiador serial. Dicen que esa tonelada cuantificada la perdió por el estrés de apostar al dólar y no al peso. Sigman, lo conozco, un gran plagiador. Rico. Obscenamente rico. Lo felicito por su baja de pesa con esteroides o anabólicos. Cuando se muera ( ojalá que no), sabremos los efectos secundarios de la " ...micina".