En bolas y a los gritos
Un millón de personas en la calle, segundo tiempo para Milei y un chiste de motosierras.
Martes: flamante soltero, el presidente Javier Milei decidió superar la ruptura con Fátima Florez pasando momentos incómodos en un zoom con el ministro de Defensa Luis Petri, que se quedó en Dinamarca a completar su book de fotos. Miércoles: el Gobierno se peleó con Claudio de Belocopitt, dueño de Swiss Medical, que renunció a la presidencia de la Unión Argentina de Salud (UAS), que es la forma cheta de llamar al lobby de las prepagas. Jueves: Milei trató de “ensobrado” y “larretista” a Jorge Lanata, que lo denunció en la Justicia. Viernes: el oficialismo se pelea contra sí mismo, o no, depende, por los senadores que levantaron la mano para votar a favor del aumento de sus dietas, de menos de 2 a más de 4,5 millones de pesos. Además putearon a Martín Lousteau, que también levantó la mano, pero sólo la puntita. Para justificarse, el senador se quejó por cobrar menos que Adorni y los tuiteros del presidente, que se aumentaron el sueldo, pero con más gracia. Y menos mal que nadie se avivó de que los directores de YPF pasaron a recibir unos 70 palos mensuales. El presidente viajó a Bariloche para el Foro Llao Llao, tildó de “héroes” a los empresarios que fugan dólares y les pidió por favor que los desfuguen, o sea, digamos, que alguien por el amor de Dios invierta, la ponga, desembolse, gatille, garpe. Los empresarios aplaudieron con las dos manos y con las otras dos se agarraron los bolsillos porque no, gracias a vos, querido, recién tiré. El sábado descansaron. Domingo: en un hecho repudiable, una científica puteó a Luis Caputo mientras ejercía el sagrado derecho, consagrado en el artículo 14 bis, de comprar zapatillas afuera. Envejeció bárbaro el tuit del Toto (que viajó a Washington para manguearle una vez más al FMI, sin éxito) en el que decía que camina muy tranquilo por la calle.
Lunes: el tautólogo presidencial Manuel Adorni aseguró que Milei tiene 5 perros en la Quinta de Olivos, porque si él dice que tiene 5 perros es porque tiene 5 perros. Más tarde volvieron a putear a Caputo en la explanada de Casa Rosada: el ministro respondió con un fuck you, mientras la AFI investiga si se trata de una persona a la que el ministro habría prometido traerle unas Nike Air Max talle 10. Hubo una larga expectativa por el discurso que iba a dar Javier Milei en cadena nacional a la noche, en el que se esperaba que anuncie la salida del cepo, otro préstamo del FMI, el cobro retroactivo del penal de Neuer a Higuaín en 2014 o alguna noticia que nos remonte a la estratósfera. Al final sólo gastó 16 minutos en anunciar superávit fiscal para el primer trimestre del año, un éxito de gestión que se logró pateando cuentas, choreando a los jubilados, y otros manoseos contables varios. El presidente también tildó de “héroe” a Caputo, que pidió por favor que no lo ayuden más. Martes: atento a la dramática situación del sorete que se comería por la tarde, el Gobierno anunció el envío de fondos a las universidades nacionales. El generoso y desinteresado emolumento no pudo evitar que la gente se movilizara a favor de la educación pública. Fue una marcha masiva y pacífica que reunió a (mínimo) medio millón de personas sólo en la Ciudad de Buenos Aires, y un millón en todo el país. Eso pese a la contabilidad creativa de Patricia Bullrich, que tuvo que archivar una vez más el protocolo antipiquetes. La clase media metropolitana argentina salió en masa a las calles a defender uno de sus símbolos constitutivos. Hubo unos carteles bárbaros. Y el presidente respondió con altura: se fue a Olivos a media tarde para dedicarse a tuitear pelotudeces.
¿Segundo tiempo o boleto picado?
El gobierno parece haber chocado en el último mes con todas las paredes de sus limitaciones. Las estrategias de shock comunicacional, el bait, las tácticas de Los Jaimitos, el Caputín y la Oficina de Madrid (una banda indie de La Plata), además de los tuiteros y los fondos reservados de la AFI, alcanzan para marcar agenda, para hostigar un poco, para hinchar las pelotas. Pero no mucho más. Para gobernar hace falta gestión y política. La libertad no avanza en ninguno de sus objetivos. Falta un mes para que se firme el famoso Pacto de Mayo y todavía no hay acuerdo sobre la Ley Bases. El DNU sólo sigue vigente por obra y gracia de la famosa ley de Cristina Kirchner de 2006, que lo mantiene con vida aunque ya lo haya rechazado el Senado. ¿De dónde saldrán los votos para llevar al intachable Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia? Nadie lo sabe. ¿Quién garantiza que, una vez aprobado Lijo, no rechacen a García-Mansilla? Misterio. La táctica de cerrar, suspender o desfinanciar totems del viejo régimen (Télam, el CCK, el INCAA) parece haber tocado su techo. El propio oficialismo está en medio de una interna salvaje: una semana Karina Milei es la repostera maquiavélica que maneja el partido a dedo, y a la siguiente se le arma un escándalo intentando nombrar autoridades en la Comisión de Juicio Político en Diputados. El gobierno se propone auditar las universidades públicas y al rato renuncia un funcionario clave en Capital Humano, el ministerio que en teoría tendría que hacerse cargo. Lo único que revela el principio de revelación es que están todos en bolas y a los gritos.
El panorama económico no es mucho mejor. El Gobierno mantiene un equilibrio precario entre la recesión, la licuadora y el cepo para sostener la baja de la inflación. Pero casi todos los economistas advierten que el superávit fiscal atado con alambre es insostenible, que el dólar está quedando atrasado y que no hay un plan para la producción. La liquidación del campo no termina de arrancar por el dólar barato y los precios internacionales bajos (y otros problemas, como la inundación y la chicharrita). Ni el FMI, ni los árabes, ni los chinos parecen querer regalarle a Caputo otros 15 mil millones de dólares para las reservas, para salir del cepo o para mantener el tipo de cambio, lo que ocurra primero. Al Gobierno no parece preocuparle, porque igual pateó la salida del cepo para fin de año, o principios de 2025, total la inflación sigue bajando. Estamos ganando. El problema es que todo indica que, con este plan, la inflación puede estacionarse en un dígito alto (6, 7 u 8 por ciento mensual) y mantenerse ahí. Eso implicaría un “piso” del 100% anual. Sería fatal para un Gobierno que sólo tiene popularidad en las encuestas, activo que se basa en la idea de que puede terminar con la inflación. Pero la economía igual va a volver a crecer pronto, ¿no? Difícil. El rebote en V que promete Milei sólo existe en su imaginación. Sin salida rápida del cepo, con salarios y jubilaciones deprimidos, sin inversiones ni crédito, el rebote va a ser lento, si es que existe. El fin de la crisis es como la utopía, todos los días se aleja otros dos pasos.
En el establishment crece la idea de que el Gobierno necesita un cambio de aire, un nuevo rumbo. Quieren un “segundo tiempo” para la economía, con un plan definido después del primer cuatrimestre de motosierra y licuadora, necesarios pero insuficientes. El programa actual solo le sirve al sector financiero; nadie que produzca algo (materias primas, productos o servicios) puede crecer con estas reglas. No sólo no van a invertir, están esperando a saber cuándo termina la recesión para ver si siguen aguantando o empiezan a despedir y desinvertir.
Sobran alternativas a la soledad de Milei, Karina y sus redes sociales. Ahí está Victoria Villarruel, tendiendo puentes con la casta para que la tengan en cuenta. Mauricio Macri y el PRO esperan que La Libertad Avanza vaya a pedir la escupidera. Melconian y su carpetita es sólo uno de los economistas que quedaron en el banco de suplentes. Los grandes medios siguen apoyando en el fondo, aunque la pauta haya menguado y el presidente insulte a sus periodistas estrella. Sólo le pasan la factura cuando el oficialismo choca contra las instituciones clave para su público, como hoy con la educación pública. El bloque de Pichetto y los gobernadores se mueren de ganas de acordar con Milei. El obstáculo es el propio presidente y su obstinación, sus arranques de ira contra la realidad, su negativa adolescente a negociar.
La necesidad de un cambio no implica un reseteo a 2023, 2015 o mucho menos. Lejos está esta crisis de provocar un recambio político, salvo que el propio oficialismo la profundice. Incluso si el Gobierno desapareciera mañana, su electorado seguiría ahí, con sus reclamos de mejora económica e institucional que la oposición no parece poder resolver. Hicieron bien los dirigentes del peronismo y el radicalismo que fueron a la marcha de este martes al no tratar de conducir ni subirse a un escenario que no era suyo. Todavía no tienen nada para ofrecer, ni saben a dónde ir, ni pidieron perdón. El rechazo que mantienen en el electorado que votó a Milei es totalmente lógico. Los que sí los eligieron están desprotegidos ante la pulsión destructiva del Gobierno, salieron a la calle a defenderse porque probablemente tampoco esperen nada de la dirigencia. Están solos, pero son un montón.
Outro
Hace justo 8 años, en abril de 2016, Chevrolet lanzaba “Meritócratas”, un spot de brand awareness aspiracional que resaltaba los valores del naciente macrismo cultural y su neoliberalismo blando. Visto a la distancia, es una reliquia de algo que ya no existe: lo que entonces era la derecha, todavía promocionaba la educación como herramienta de ascenso social, por ejemplo, y el emprendedor era un ejecutivo que salía a correr por placer en lugar de un precarizado que pedalea por necesidad. En fin.
Esta semana Philco sacó un spot análogo que parece ser la declaración de principios del mileismo mental. “Motosierra y licuadora. O sea, digamos, una promo”, reza el cartel de vía pública (un spot como el de Chevrolet sale 10 veces más, y aparte quién mira tele ya). El chiste es bobo y se explica solo, por eso funciona, no podría ser de otra manera ante su electorado. Lo que no cuenta el spot es que Philco es de Newsan, propiedad de Rubén Cherñajovsky, cuyo negocio es el ensamblado de electrodomésticos en Tierra del Fuego, industria que sobrevive gracias a exenciones impositivas que el gobierno libertario se niega a tocar, pese a que, o sea, digamos, de acuerdo a las lecturas de Murray Rothbard podría considerarse, me explico, un curro. Lo de la licuadora es lógico, porque la venta de electrodomésticos cayó un 50% en lo que va del año, y la motosierra sirve de poco en una mega recesión, salvo que alguno quiera prepararse para hacer cosplay del presidente en los trencitos de la alegría de la próxima temporada en la costa atlántica. Es un chiste caro, que sólo pueden comprar los sobreideologizados. Que se la metan en el culo.